sábado, junio 05, 2010

Nineth fokini part of I am a nice turist in Israel, my dears...

Chalet, he estado ocupadón y no he tenido tiempo de postear, pero ahorita entrego uno chiquito y el martes, a más tardar, otro. Ya quiero terminar las partes de Israel porque ya se me antoja escribir otras cosas.

Cruzamos el puente improvisado y pasamos por un marco de piedra que parecía ser una reliquia antropológica, se nos abrió ante nosotros la plaza o la explanada o lo que sea de las mezquitas donde nos recibieron varios soldados bien armados que tomaban café y platicaban en grupos de dos y de tres. El guía checo nos platicaba varias cosas sobre el lugar, no recuerdo nada de lo que dijo, salvo algunos chistes que luego mencionaré. Sólo diré que el guía checo, en realidad, no era guía, era ecólogo y trabajaba en una empresa o alguna madre así y estaba de guía porque su pasatiempo es el estudio étnico de algunas culturas, como por ejemplo, los hebreos y su religión, entre otros temitas por ahí, y, bueno, este guía, un hombre cuarentón, alivianadón, sabía muchas cosas sobre el tema.
Vimos una antigua mezquita de nuestro lado derecho, a nuestro lado izquierdo estaba un lugar para lavarse las patas con banquitas de piedra frente a unas llaves de agua. En la misma dirección, un poco más adelante, se veía una fuente que tenía también llaves y banquitos de piedra para que se sienten los fieles y se laven las patongas, los fieles musulmanes, no los judíos ni los católicos ni tibetanos ni los japoneses ni los chinos ni los aztecas ni los marsianos ni los lunáticos, sólo los musulmanes, y puedan entrar a su mezquita descalzos como seguramente lo indica el Corán que deben hacerlo.

Jindřich miraba incrédulo y con hueva todo lo que se nos presentaba, el lugar donde empezó la forma de ser de occidente y, por consiguiente, casi del mundo entero. Parecía un niňo de doce aňos con su playera naranja y con su mirada risueňa y serena, tomaba fotos, se alejaba del grupo y se acercaba de nuevo.

Enseguida de la fuente, vimos la gran cúpula de oro que cubre la roca, creo que esa misma de donde voló Alá al cielo, igualito que lo hizo Jesús setecientos aňos antes e igualito que lo habrán hecho otros cuantos héroes, espíritus, ángeles, mesías, salvadores, etc., miles de aňos antes dentro de historias y leyendas fenicias, persas, mayas, aztecas, indús y de varias otras civilizaciones. El edificio de la roca era muy bonito, con azulejos pequeňos, como de vidrio, que formaban figuras indefinidas y que coloreaban alegremente el lugar. Desde así de cerca veía las paredes del edificio cuando llegó un grupo de adolescentes musulmanas con su maestra musulmana, todas morenas bonitas, y se sentaron debajo de un quiosquito, a unos metros del edificio de la roca. Las miré y hasta les tomé fotos. El techo del quiosquito donde estaban sentadas ellas y donde yo estaba parado mirando tenía tapizado agujeros de bala. El grupo de adolescentes musulmanas venía de la parte árabe musulmana de Jerusalén, parte por la que no caminamos como grupo de turistas, luego entramos ahí Jindřich y yo y a él le dio miedo, pero ese es otro episodio. Frente al edificio de la roca estaba la entrada sellada por donde se supone entrará el mesías judío. Esa puerta está bien custodiada por soldados, no vaya a ser que algún fanático quiera destruir la puerta y así ya no pueda entrar el tan esperado mesías o que otro fanático crea que es el mesías y quiera abrir la puerta a como diera luegar, incluso usando dinamita o una máquina tumba paredes, porque la puerta es una cosa muy grande de piedra que se podría abrir sólo con magia, no me lo explicaría de otra forma, bueno, la verdad, es que comencé a imaginar que si el mesías entrara por ahí sería una casualidad tremenda que consistiría en que el mesías no sabría que lo era, es más no sabría tampoco que era judío, como mucha gente en el mundo, y formaba parte de un equipo de ingenieros o de antropológos o una pendejada así y que tuvieran que hacer algo con esa puerta, restaurarla o investigar o poner drenaje o algo y que tuvieran que abrir la pinche puerta y entonces pasaría el mesías sin que él supiera que lo era, pero entonces pensé que pus nadie sabría que ya había pasado el mesías por ahí porque ni él lo sabría ni los demás lo sabrían, y entonces pensé, ya fue mi último pensamiento, que seguramnente ya habían pasado por ahí hasta diez mesías y que nadie se había dado cuenta, y entonces, ahora el último pensamiento, vi a Jindřich y le pregunté, güey, no serás tú el mesías. Me miró, se sonrió y se chivió.

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