domingo, enero 31, 2010

Blogs antes del blog

Hace poco leí El examen de Cortázar y me pareció que leía un blog, de verdad. También leí El gallo pitagórico de Juan Bautista Morales y también me pareció que leía un blog, también lo digo de verdad. Después de darle clic al título, El gallo pitagórico, hay que darle clic a la portada para ir al índice y poder leer un poco o todo del contenido. Juan Bautista M. fue un periodista de mediados del siglo XIX y le tocó sufrir el México de Santa Anna. Pondría un link para ir a Wikipedia y ver algo sobre el don, pero no, nadie ha subido información sobre él. Hay un blog que se llama El gallo pitagórico, dedicado a rescatar y difundir música folklórica o de viejitos, qué bonito, no. También hay un restaurante, parece que italiano, nombrado El gallo pitagórico, en la ciudad de Guanajuato, donde nació el escritor del panfleto más original y brillante de la República, el más mordaz y crítico del continuo fraude de las direcciones federales y estatales, o sea, Juan Bautista Morales.
Por hacer este postsito descubrí una biblioteca digital minúscula que seguramente ya todos la conocían menos yo.
Ah, en la Wikipedia sí hay un Juan Bautista Morales, pero no es el mencionado, es otro, uno de Espaňa, de dos siglos anteriores del mencionado aquí, que era misionero dominicano, que fue a evangelizar China, donde encontró la muerte, y que no escribió ningún libro que pareciera un blog, creo, como El examen y como El gallo pitagórico.

lunes, enero 25, 2010

Excursión

Ayer momingo fui a visitar una construcción diseňada por el arquitecto austriaco Adolf Loos que nació en el imperio austrohúngaro en Brno, como Kundera, y luego, tras la fundación de Checoslovaquia, el 28 octubre de 1918, se nacionalizó checoslovaco, y que fracasó en la universidad en la carrera de arquitectura, le dio sífilis por visitar burdeles, quedó estéril, y luego su mamá lo mandó a la chingada.
La construcción que visité ahora se llama Villa Müller porque era una villa a las afueras de Praga y porque así se llamaba el don que se la mandó hacer. La casa se terminó de contruir en 1929, creo, y ahí vivió la familia Müller. El dueňo de la casa era un constructor alemán que tuvo mucho éxito y fortuna en sus negocios y por eso pudo darse el lujo. Pero varios detalles del decorado y de los acabados de la casa no me terminaron de convencer, en las paredes de la sala había un mármol traído directamente desde Suiza de color verde, y no sé, el mármol gusta mucho no tanto por hermoso sino por caro. Loos hizo unos trabajos chingones y me pareció raro que el güey haya puesto ese mármol y otros detalles de la misma onda. Creí que habría tenido un descuido garrafal, creí que él había contruido la casa para sí mismo y pensé, a huevo, se hizo su villa de descanso en Praga, trabaja en Viena o en varias partes del mundo y ahí se iría a colgar su hamaca; así fue como me sacó de onda que haya hecho ese detalle. Pero no, me concentré y me di cuenta que sólo fue contratado y me dije, a huevo, entonces el dueňo de la casa fue el que le metió sus propios brochazos. Y, bueno, ahora que escribo esto leí un poco de la información de la página de la villa y ahí dice que Loos también diseňó el interior y los detalles decorativos; entonces que me vuelvo a sacar de onda porque no me ajustan las piezas. Ahora se me ocurre pensar que a lo mejor sí hizo Loos toda esa madre, pero Müller le pudo haber dicho, mi querido Loos, fíjate que a mi vieja le encanta el pinche mármol ese naco de Suiza, ya sabes, de Suiza, y, pues, para mí ella es lo más importante en mi vida, ya sé que a lo mejor no se verá del todo bien, pero tampoco del todo mal, así que me gustaría que tapizaras las paredes de ese mármol tan culero. Va, chido, pus sí, ni modo, a la mujer que nos ama hay que consentirla, le respondería Loos. Y, luego, en el cóctel inauguracional, Loos le diría a la seňora Müller, qué tal su mármol, quedó bestial, no. Y la seňora, ay, no, cómo se le ocurre, eso fue idea de mi marido. Entonces Loos se terminaría su copa de champaňa, daría unos pasos de tap, le daría una nalgada a la preciosa y joven seňorita junto a la ventana, a ella le encantaría, y luego tomaría su sombrero y se iría dando saltitos hasta dejarse de ver.

jueves, enero 21, 2010

Uf

Hace un momento leí un post de Amiguiz y no pude evitar mi comentario que muestro aquí: "Eso de que la nueva generación más bien sigue la trama y no tanto que la dirija suena bastante interesante. Ya que yo soy de una generación mucho bastante vieja que las nuevas, podría aprovecharme y dirigir a un grupo de adolescentes lindas, hermosas y preciosas para que sigan una trama donde habría mucha saliva y donde yo estaría en medio".

Uf, qué rico.

Por otro lado, el título que puse en el post anterior, Faferías I, se puede ir a chingar a su madre, no tanto el Faferías, sino más bien el I, a la chingada con el I, no es que considere malo ligar de alguna manera un tema o algo con el I, el II... Es sólo que en este caso no me convenció del todo cuando lo volví a ver hoy, así que no habrá más I, II... por el momento, faferías sí las habrá aunque no sé qué es lo que quiera decir exactamente. Lo puse porque me suena a faferías, como a mamadas o pendejadas o estupideces o supercherías, pero en amable. No sé, el caso es que no habrá I, II..., aunque seguramente habrá seguimiento una que otra vez lo de los dos grupos de checo para extranjeros. Momento. Qué es una superchería. No sé, a ver, en mi pinche diccionario que me traje del Deefe en lugar de ropa para que cupiera todo en mi maleta, ajá, aquí está: engaňo o simulación realizado con algún fin. Sinónimo: atropello. No, pus no, entonces no, fafería ya no me suena a superchería. Aunque, pensándolo con mayor claridad y envergadura, no con la verga dura, por favor, igual y podría quedar. No sé.

miércoles, enero 20, 2010

Faferías I

En noviembre comencé un curso de checo donde me rodeo de puras extranjeras, salvo la maestra que es checa, y había otros dos machines, pero dejó de ir uno y el otro está medio tarolas. A mi lado casi siempre se sienta una francesa que es diseňadora y dice que vive en amasiato con un finlandés, que se conocieron en una universidad en Londres y que entre ellos hablan en inglés. Del otro lado se sienta una serbia que está casada con un serbio, es ama de casa y está embarazada. Luego a lado de la francesa se sienta una gringa que cuida niňos en un hospital infantil y tiene como sesenta aňos y se nota que era una hipi hecha y derecha, y parece que está muy felizmente casada con un gringo. A lado de la gringa una búlgara que está casada, es ama de casa y dice que le encanta comprar revistas de moda y chismes. Del otro lado, junto a la serbia, se sentaba un inglés que es el que dejó de ir. A lado del inglés se sentaba una finlandesa, ahora se sienta junto a la serbia, que está soltera y no sé en qué trabaja, pero sí lo hace y dice que mucho y que tiene que ir al banco a cada rato o de compras. El otro, el tarolas, es un alemán que cambia de lugar a cada rato, dice que vive con una checa en amasiato y que es documentalista.

Otra información que adelanto es que ayer empecé otro curso de checo, más pesadón, y me rodeo de otras personas de donde creo que saldrá otro anecdotario igual de aburrido, o más, que del primer grupo.

miércoles, enero 13, 2010

Ahora vivo en Praga

Pues sí, ni más ni menos que en Praga. Ahora neva un chingo y en diciembre sentí un menos dieciseis por primera vez en mi vida. Los dedos de los pies se me congelaron, no totalmente, pero sí lo suficiente para que sintiera un dolor particular, uno que nunca antes había sentido. Quizá viví uno parecido en las manos cuando le quitaba la escarcha al conge en el Deefe, pero no, no era igual.
Llevo tres meses en Praga y salgo a comer con mi abuelo muchas veces al mes. Me gusta. Busco chamba, el otro día fui a una entrevista y me atendió una mujer joven demasiado bonita, atractiva, agradable y amable para mí. Estaba perplejo. Pero me contuve y me porté como si estuviera acostumbrado a despertarme en la maňana y que al abrir la puerta del baňo estuviera una mujer como Angelina Jolie desnuda bajo la regadera y le dijera, ah, perdón, no escuché la regadera, sólo me lavo la cara y me salgo. Y cómo está tu gato, ya se le quitó su malestar. Sí, ya, gracias, me pasas la toalla. Claro, bueno, me voy a buscar trabajo. Adiós, Ruy. Nos vemos, Angi.
Por qué no, le podría decir Angi a mi rumi, o qué.
Así que me mandó a la verga amablemente la chica de la entrevista, me dijo que nel pastel, me levanté de la silla y me despedí como si me hubiera atendido una mujer normal para hacer una pinche entrevista de trabajo cualquiera. Todavía me preguntó de dónde era y cómo veía el asunto de buscar chamba en Praga, a diferencia de México. Y le dije que pos aquí era más agradable y casi evité mirarle el escote, pero no pude, ella lo notó y se apenó con una sonrisa discreta. De inmediato se puso seria y me tendió la mano. Hasta luego, me dijo. Hasta luego, respondí y me di la media vuelta y salí de la oficina por donde había entrado.

miércoles, enero 06, 2010

Lo mexicano: pasado y reconciliación

(Aquí les dejo el ensayito pedorro que hice para el grándemente -me encanta acentuar los adverbios esdrujulosos- horrible ciclo básico de la UACM. No pude evitar quitarle algunos detallitos nímios, esto lo convierte en una reedición. Pero a grandes y a ni tan grandes rasgos es la misma mamada. Y con esto acabo este asunto escolar y no vuelvo a hablar de ello.)

Los mexicanos, como nación, en general, sufrimos una abundancia de identidades. Me refiero a que, en lugar de una “falta de identidad”, más bien nos encontramos frente a muchas, cuyo fenómeno nos ha provocado, durante siglos, un problema.

La identidad existe a raíz del lenguaje y la cultura de un grupo de personas, de una nación. En México tenemos una variedad enorme tanto de lenguajes como de culturas. Esta variedad dificulta sintetizar la identidad del mexicano. Y no sólo es una variedad horizontal, es decir, no sólo la que existe en el presente, sino también la vertical, o sea, el lenguaje y la cultura que ha visto la luz en estas tierras, aunque algunas hayan peleado entre ellas. Octavio Paz, en El laberinto de la soledad escribió:
… varias épocas se enfrentan, se ignoran o se entredevoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Bajo un mismo cielo con héroes, costumbres, calendarios y nociones morales diferentes, viven “católicos de Pedro el ermitaño y jacobinos de la era terciaria”. Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aún las más antiguas manan sangre todavía. A veces, como las pirámides precortesianas que ocultan casi siempre otra en una sola ciudad o en una sola alma se mezclan y superponen nociones y sensibilidades enemigas o distantes. (11).

Octavio Paz vislumbra nuestra identidad en un viaje por la historia, entre otras cosas. Y es que sí, la descripción más rápida de nosotros mismos es: somos la fusión entre lo español u occidental y lo mesoamericano, ya sea genético, cultural, lingüístico, religioso o político. Pero la identidad del mexicano es compleja y frágil. La identidad del mexicano no ha concluido o, más bien, no ha madurado del todo. Cuando llegaron los españoles a estas tierras donde había una gama multicultural enormemente variada, los mesoamericanos sufrieron un shock tremendo, por así decirlo. A lo que me refiero es que la civilización mexica, maya, zapoteca, tlaxcalteca, etc., no entendió muy bien lo que pasaba. Llegaron grupos de personas que ellos ignoraban por completo. Aunque hubiera leyendas o mitos de que ya sabían que vendrían hombres con barba. Nada de eso es comparable con el contacto visual. Es como ahora, en la actualidad, que imaginamos seres o gente que viene de otros planetas, imaginación que nunca sería igual a la realidad, si es que llegara a suceder que vinieran naves espaciales. Los mesoamericanos estaban tan asustados y asombrados por el acontecimiento que los españoles se aprovecharon de ello para quitarles todo. En ese momento, los mesoamericanos perdieron su identidad. “La incorporación indiscriminada de los diversos pueblos mesoamericanos en la categoría común de “indios” condujo a una serie de procesos que redujeron efectivamente muchas de sus particularidades distintivas ....” (México profundo, 123).

Apenas, en el siglo veinte, comenzó una asimilación de las identidades mesoamericanas que se trataron de borrar, de eliminar por parte del gobierno colonial. Comenzaron los indigenistas y nacionalistas por parte del sector artístico, los muralistas, como Revueltas, el compositor, así también en la política con Vasconcelos y Cárdenas. Comenzaron movimientos políticos, sociales, estudiantiles y guerrilleros, más por el poder político que por buscar y resaltar la identidad mesoamericana, pero aún así la identidad mesoamericana surgió de las profundidades para hacerse el lugar que le corresponde. La identidad del mexicano, su gama multicultural, su gama lingüística, apenas se está formando de manera inclusiva. Digo inclusiva porque antes lo hispano no permitía la inclusión de lo mesoamericano como le correspondía.

Otras naciones modernas han sufrido acontecimientos similares durante su historia y han madurado en una unidad lingüística y cultural que los ha llevado a tener una identidad más firme que la mexicana. ¿Por qué? Porque se conocen mejor, los mexicanos apenas nos estamos conociendo. Los avatares históricos en México son apenas muy recientes y han avanzado con demasiada rapidez. La época mesoamericana, que se le compara con la región mediterránea en la época del imperio griego, era una época multicultural, compleja y sofisticada. Mesoamérica existía como tal hace apenas quinientos años; los griegos antiguos protagonizaban hace ya entre tres mil quinientos años y dos mil doscientos años. La diferencia es monumental. Los mesoamericanos estaban completamente separados de Occidente, Oriente, de todo el resto del mundo. Y aun así, los diferentes grupos mesoamericanos lograron evolucionar en grandes civilizaciones sofisticados en todos los ramos: social, político, artístico, cultural, militar y lingüístico.

Mucho de lo mesoamericano sobrevive a nuestro tiempo y de lo español también, pero mucho más. A diferencia de lo español, lo mesoamericano se sigue descubriendo y entendiendo. Lo mexicano antiguo sufrió las consecuencias de lo conquistado, de lo vencido: se le destruyó (edificios y templos), se le ocultó (ciudades y pasado), se le prohibió existir (costumbres, cultura y lengua); pero aun así, al haber sido tan fuerte, tan arraigado y tan desarrollado se ha ido introduciendo inevitablemente durante la colonia, el siglo XIX, el siglo XX y hasta nuestros días.

Con estos problemas de identidad, sobretodo durante el México independiente, gran parte de la sociedad se ha dividido tanto a favor de lo mesoamericano como de lo hispano. Esta rivalidad “imaginaria”, como dice Paz, no llega a ser importante, sino hasta que unos tratan de imponer al otro sus ideas; sobretodo cuando se politiza la diferencia, es cuando mayor envergadura hay, además de confundir todavía más al resto de los mexicanos. Por otro lado, Guillermo Bonfil explica la rivalidad como algo real y no imaginario, y coincide con Paz en esto: “La diversidad de maneras en que se entiende la naturaleza, el trabajo y la producción material, se debe a la presencia de dos civilizaciones diferentes, la mesoamericana y la occidental. Tal diversidad no es en sí misma un obstáculo: sólo lo es cuando se pretende imponer una sola racionalidad ....” (224).

Muchos mexicanos observamos esta rivalidad con indiferencia y pasividad, ya sea imaginaria o real. Me refiero a la época actual y, seguramente, en anteriores debió suceder lo mismo. La actitud pasiva e indiferente de muchos mexicanos se debe a algunos factores: la ignorancia, la pobreza, la riqueza, si son ricos o multimillonarios, y quizá, algunos pocos por cultos y sabios. Esta rivalidad es compleja y en algunos casos absurda. Paz dice acerca de esto:

El mexicano condena en bloque toda su tradición, que es un conjunto de gestos, actitudes y tendencias en el que ya es difícil distinguir lo español de lo indio. Por eso la tesis hispanista, que nos hace descender de Cortés con exlcusión de la Malinche, es patrimonio de unos cuantos extravagantes –que ni siquiera son blancos puros-. Y otro tanto se puede decir de la propaganda indigenista, que también está sostenida por criollos y mestizos maniáticos, sin que jamás los indios le hayan prestado atención. El mexicano no quiere ser ni indio, ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como abstracción: es un hombre. (79).

Paz le adjudica la naturaleza de maniático al mestizo o criollo indigenista y al hispanista como extravagante; pero más que extravagante, el hispanista es igual de maniático, sobretodo cuando lo manifiesta la gente con rasgos mesoamericanos predominantes. Aunque, claro, uno tiene el derecho de ser lo que quiera: indigenista, hispanista, gringuista, chinista, japonesista, mexicanista, o, simplemente, navegar sin ninguna bandera en particular. La identidad mexicana es tan compleja porque está formada por, sin mencionar a todos los mesoamericanos, el imperio Olmeca, el impreio Tolteca, el imperio Maya y, finalmente, el imperio Azteca, además de la gran variedad y vertientes de grupos pequeños en el norte y algunos del centro sur. Con esto ya tenemos un gran mundo, y todavía no descubierto y divulgado por completo.

Por otro lado, tenemos lo hispano que también es un gran mundo y que, a diferencia de lo mesoamericano, ha sido más aceptado, conocido y divulgado. Lo más relevante de lo hispano es la literatura, a mi gusto, claro está.

Y por un tercer lado, tenemos el proceso de mezcla entre estos dos mundos que crea otro gran mundo: a nosotros, al mexicano moderno.

Como el imperio hispano le ganó al imperio azteca, el que puso las reglas fue el imperio hispano: la colonia. Durante el periodo novohispano se impuso la religión católica apostólica y romana; se impuso la lengua hispana; se impuso mucho de la cultura hispana. Pero no somos españoles y tampoco somos mesoamericanos. Somos mexicanos y nuestra lengua es diferente a la de Cortés y a la de Malinche. Es menos parecida a la de Malinche y más parecida a la de Cortés, pero he notado que nuestra lengua se va diferenciando cada vez más de la de Cortés, es decir, se va mexicanizando con mayor fuerza: “No tenemos más remedio que usar de un idioma que ha sufrido ya las experiencias de Góngora y Quevedo, de Cervantes y de san Juan, para expresar a un hombre que no acaba de ser y que no se conoce a sí mismo. Escribir, equivale a deshacer el español y a recrearlo para que se vuelva mexicano ....” (Paz, 147).

Y desde otro punto de vista: “En el fondo de esta cuestión está el hecho de que nombrar es conocer, es crear. Lo que tiene nombre tiene significado o, si se prefiere, lo que significa algo tiene necesariamente un nombre.” (Bonfil, 37). Churubusco está en mexicano porque en mesoamericano se llamaría Huitzilopochco, y en hispano se llamaría santa Catalina, digamos. Así también el caso de Cuernavaca que en mesoamericano se llamaría Cuauhnáhuac y en hispano sería Carlos III, digamos. Y más que mesoamericano, para precisar, más bien sería en Náhuatl.

En Yucatán, donde hay en la actualidad la mayor población que conserva un linaje, cultura e idioma desde la época mesoamericana, o sea, los mayas, existe una gran variedad de palabras mayas en el lenguaje común. Cada vez más, el maya se va introduciendo en la sociedad general. El maya ha enriquecido el lenguaje, tanto que se llega a decir “habla yucateco”. Aproximadamente, la población maya es de ochocientos mil integrantes. Algunas de las palabras mayas son: xiik’ (axila); tuuch (ombligo); níich (mordisco); bey u ya’ala’al ti’ tuláakal máak kaja’an tu lu’umil México (mexicano, na). Y muchas de las palabras mayas se han adherido tal cual como tuuch o xiik o se han fusionado con el mexicano. En la televisora local del estado de Yucatán se pueden ver muchos programas en maya como noticieros o de entretenimiento. El teatro regional yucateco con su representante más importante, “Cholo”, ayuda a meter todos los elementos lingüísticos a la licuadora.

El fenómeno encontrado en Yucatán está escondido, surge y surgirá en toda la república. Saldrán a la luz cientos de culturas y lenguajes distintos, que de alguna manera todas influirían en un lenguaje común, no tan castellanizado. Se inventarían nombres, adjetivos y sustantivos, incluso verbos; hasta la gramática podría modificarse. Quién sabe, es posible, aunque suene naif.

Creo que la rivalidad entre lo mesoamericano y lo hispano nos ha hecho un daño profundo. Su reconciliación nos hará más fuertes porque sabremos mirar con detenimiento y aprecio nuestra lengua, nuestra cultura, todo lo que éstas representen, y nuestra identidad se hará fuerte y saneará psicológica y emocionalmente.

Menciono lo psicológico y lo emocional de nuestra identidad porque Samuel Ramos observó en el mexicano un problema grave: complejo de inferioridad y ausencia de personalidad. El daño provocado por la rivalidad entre lo mesoamericano y lo hispano ha sido precisamente lo descubierto por Ramos. De alguna manera, inconscientemente, los mexicanos nos hemos inclinado por los mesoamericanos, los vencidos y odiado a los hispanos, los vencedores, los malos. Aquí no se discute sobre la bondad de los unos o de los otros, sino sobre la identidad del mexicano. Y el mexicano no es sólo mesoamericano, también es hispano. No es solamente vencido, también es un vencedor. El mexicano es, a fin de cuentas, un ser humano y un ser humano es ambiguo. El mexicano es tanto mesoamericano como también es hispano.

Así como la inclinación inconsciente es hacia lo mesoamericano, la inclinación consciente es hacia lo hispano. Parece que abundan las inclinaciones que optan por dirigirse de la manera anterior, pero también hay sus variaciones, algunos mexicanos cambian su inclinación varias veces en el transcurso de sus vidas. Y también abunda la inclinación consciente hacia lo mesoamericano y la inclinación inconsciente hacia lo hispano. Es un ir y venir, no hay para dónde inclinarse, cada uno tiene sus defectos, cada uno tiene sus complejos de inferioridad o de superioridad, cada uno tiene sus inseguridades acerca de sí mismo.

La situación del pueblo durante el periodo colonial sería así la raíz de nuestra actitud cerrada e inestable. Nuestra historia como nación independiente contribuiría también a perpetuar y hacer más neta esta psicología servil, puesto que no hemos logrado suprimir la miseria popular ni las exasperantes diferencias sociales, a pesar de siglo y medio de luchas y experiencias constitucionales. El empleo de la violencia como recurso dialéctico, los abusos de autoridad de los poderosos –vicio que no ha desaparecido todavía- y finalmente el escepticismo y la resignación del pueblo, hoy más visibles que nunca debido a las sucesivas desilusiones posrevolucionarias, completarían esta explicación histórica. (Paz, 65).

Lo que sí es inconfundible es que el sector moreno, por decir algo, siempre ha sido menospreciado y ocultado. Siempre se ha dado un mayor privilegio a lo europeo que a lo mesoamericano. Coincido con Bonfil Batalla en que para lograr una democracia, una reconciliación entre lo mesoamericano y lo hispano, hay que evitar esa vergüenza hacia lo mesoamericano. Por ejemplo, durante la colonia se hizo una estricta división entre lo blanco y lo moreno. La ciudad de México en aquel entonces estaba dividida, en el centro los españoles y criollos, básicamente, y en la periferia la gente a la que llamaban “indios”. Incluso se hacían llamar la nación española y la nación india. Luego se añade el fenómeno de la muerte del mesoamericano. La población precolonial o precortesiana era de veinticinco millones de habitantes, de los cuales tres millones habitaba Tenochtitlán. Bueno, pues en la época colonial, los mesoamericanos morían en cantidades apocalípticas por varias razones, una de ellas era, literalmente, por depresión. Se dejaban morir de tristeza en un callejón atrás del palacio nacional. Se morían también por enfermedades europeas que ellos no conocían y que además nadie los trataba para curarlos. Se morían también por el genocidio hecho por los españoles de aquellos años. Como se puede deducir por sentido común, la gente no quería inclinarse por lo débil, lo vencido. Conforme pasaban los años y los siglos, se trataba de ocultar cada vez más lo mesoamericano y la población fue creando una ignorancia profunda acerca de su pasado “indio”.

Por ejemplo, también, la mayoría de los miserables, pobres e ignorantes son morenos de rasgos precortesianos. Podría decirse que es obvio, ya que la mayoría de los mexicanos son morenos, pero entonces por qué no se aplica lo mismo al sector beneficiado, ahí es al revés, porque son blancos de tipo europeo.

Se observa en la sociedad que cuando en una familia, generalmente ignorante y/o vulgar, nace un hijo moreno y otro blanco o “güero” como se diría coloquialmente, se le da preferencia y se le otorgan privilegios al “güerito”. Estos ejemplos de la actitud en la población desdeña lo mesoamericano. Aquí no se ve en lo más mínimo un reconciliación entre lo mesoamericano y lo hispano.

Aquí hay algo que parece importante, Ramos y Paz, autores, uno filósofo y el otro poeta, analizaron el fenómeno de la identidad del mexicano, el primero a principios de siglo y el segundo a mediados de siglo. El análisis cometido por ellos se llevó a cabo hace muchos años, pero ¿será obsoleto? ¿tendrá todavía validez en nuestra época? ¿Alguien tendrá problemas con su identidad en la actualidad? Carlos Fuentes prosiguió con el tema en varios de sus ensayos. Por otro lado, Guillermo Bonfil aseguró a principios de los años ochenta esta rivalidad en su ensayo "México profundo", reeditado varias veces y todavía modificado por el autor antes de que muriera. Así también, de manera similar Octavio Paz con su ensayo "El laberinto de la soledad". Este tema se ha ido reeditando hasta nuestras fechas y no sólo eso, sino que además se recomienda su lectura de ambos títulos desde el nivel medio superior hasta en posgrados en México y en todo el mundo. Es una rivalidad existente: “La relación entre ambos polos no fue nunca armónica ni lo es ahora; por lo contrario, es una oposición hasta hoy irreconciliable, porque descansa en la imposición de la civilización occidental y la consecuente subyugación de la civilización india.” (Bonfil, 95).

Una rivalidad existente: “Si no es posible identificar nuestro carácter con el de los grupos sometidos, tampoco lo es negar su parentesco. En ambas situaciones el individuo y el grupo luchan, simultánea y contradictoriamente, por ocultarse y revelarse.” (Paz, 66). “En la lucha que sostiene contra ellos los sometidos, los mesoamericanos nuestra voluntad de ser, cuentan con un aliado secreto y poderoso: nuestro miedo de ser. Porque todo lo que es el mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto: el mexicano no quiere o no se atreve a ser él mismo.” (66).

La identidad del mexicano depende, en gran medida, de la justicia social y del entendimiento de lo mesoamericano, de su inclusión, y, posteriormente, de la no confrontación entre lo mesoamericano y lo occidental.

¿Qué país sería un México que reivindicara su condición pluriétnica? Sería un país en el que todas las potencialidades culturales existentes tendrían la oportunidad de desarrollarse y probar su vigencia, es decir, un país con mayor número de alternativas; sería una sociedad nacional que no renuncia a ningún segmento de los recursos que ha creado a lo largo de su historia. (Bonfil, 233).

Con un lenguaje amplio y original, con una cultura múltiple y prominente, la identidad del mexicano fortalecerá la sociedad, la organización, la economía, la política, la justicia social, la justicia étnica, todo. ¡Viva México, chingaos!





Bibliografía

BONFIL BATALLA, Guillermo, México profundo, Ciudad de México, Grijalbo, 3ª reimpresión 1994.
BRADING, David, Octavio Paz y la poética de la historia mexicana, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
PAZ, Octavio, El laberinto de la soledad, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, vigésimaprimera reimpresión 1992.

Diccionario Maya Popular: Coordinadores: Juan Ramón Bastarrachea Manzano y Jorge Manuel Canto Rosado. Redactores-informantes: Joaquín Medina Cabrera, Leovigildo Bernardo Tuyub Collí, Cessia Esther Chic Uc, Ermilo Yah Pech, Pedro Pablo Chic Pech, Urbano Azul Uitzil, Fermín Sosa Castilla, Desiderio Lázaro Azul Polanco, Graciliano Ché Moo; Mérida, Academia de la Lengua Maya de Yucatán, 1ª reimpresión 2004.