lunes, enero 25, 2010

Excursión

Ayer momingo fui a visitar una construcción diseňada por el arquitecto austriaco Adolf Loos que nació en el imperio austrohúngaro en Brno, como Kundera, y luego, tras la fundación de Checoslovaquia, el 28 octubre de 1918, se nacionalizó checoslovaco, y que fracasó en la universidad en la carrera de arquitectura, le dio sífilis por visitar burdeles, quedó estéril, y luego su mamá lo mandó a la chingada.
La construcción que visité ahora se llama Villa Müller porque era una villa a las afueras de Praga y porque así se llamaba el don que se la mandó hacer. La casa se terminó de contruir en 1929, creo, y ahí vivió la familia Müller. El dueňo de la casa era un constructor alemán que tuvo mucho éxito y fortuna en sus negocios y por eso pudo darse el lujo. Pero varios detalles del decorado y de los acabados de la casa no me terminaron de convencer, en las paredes de la sala había un mármol traído directamente desde Suiza de color verde, y no sé, el mármol gusta mucho no tanto por hermoso sino por caro. Loos hizo unos trabajos chingones y me pareció raro que el güey haya puesto ese mármol y otros detalles de la misma onda. Creí que habría tenido un descuido garrafal, creí que él había contruido la casa para sí mismo y pensé, a huevo, se hizo su villa de descanso en Praga, trabaja en Viena o en varias partes del mundo y ahí se iría a colgar su hamaca; así fue como me sacó de onda que haya hecho ese detalle. Pero no, me concentré y me di cuenta que sólo fue contratado y me dije, a huevo, entonces el dueňo de la casa fue el que le metió sus propios brochazos. Y, bueno, ahora que escribo esto leí un poco de la información de la página de la villa y ahí dice que Loos también diseňó el interior y los detalles decorativos; entonces que me vuelvo a sacar de onda porque no me ajustan las piezas. Ahora se me ocurre pensar que a lo mejor sí hizo Loos toda esa madre, pero Müller le pudo haber dicho, mi querido Loos, fíjate que a mi vieja le encanta el pinche mármol ese naco de Suiza, ya sabes, de Suiza, y, pues, para mí ella es lo más importante en mi vida, ya sé que a lo mejor no se verá del todo bien, pero tampoco del todo mal, así que me gustaría que tapizaras las paredes de ese mármol tan culero. Va, chido, pus sí, ni modo, a la mujer que nos ama hay que consentirla, le respondería Loos. Y, luego, en el cóctel inauguracional, Loos le diría a la seňora Müller, qué tal su mármol, quedó bestial, no. Y la seňora, ay, no, cómo se le ocurre, eso fue idea de mi marido. Entonces Loos se terminaría su copa de champaňa, daría unos pasos de tap, le daría una nalgada a la preciosa y joven seňorita junto a la ventana, a ella le encantaría, y luego tomaría su sombrero y se iría dando saltitos hasta dejarse de ver.

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