martes, mayo 27, 2008

Escenarios con puteria. Fasciculo 3 (parte VII)

No me lo van a creer, pero me puso el vibrador en la boca. No piensen así, no me lo puso para que lo chupara, colocó la parte por donde se ponen las pilas en mi boca, me indicó que lo mordiera, que lo sujetara con los dientes. Al principio, cuando me lo acercó a la boca, hice cara de asco y me negué a tomarlo. Ella dijo, it's clean. Ah, no bueno, si ella lo dice, pus seguramente así es, pensé, y dejé que me lo pusiera en la boca.
Tenía el plástico rojo, era rojo, brillante frente a mis ojos y ella se había levantado. Estaba parada con una pierna a cada lado de mi cuerpo, se acercó para estar a la altura de mi cara y se agachó. Se sentó en el vibrador. Vi cómo desaparecía el rojo brilloso entre los preciosos labios de su limpia, saludable y rasurada vagina. Se lo sacaba y se lo metía. Quedé totalmente deslumbrado, nada comparado con el teatro porno anterior.
Confieso que la idea no era tan buena, me dolieron los dientes y la quijada, tanto que se me humedecieron los ojos por aguantarme la presión por toda mi boca. Se levantó y escupí el vibrador, de inmediato sentí el bienestar de la ligereza. Ella me sonrió como si fuera un hijo suyo que hiciera una hazaña trabajosa y esforzada. Me ayudó a levantarme y el público me aplaudió de mala gana, me imagino que hubieran querido estar en mi lugar y seguro alguno de los gringos raboverdes hubieran aprovechado más la acción.
Me despedí de la performancera con un beso en el borde de sus labios y me fui a sentar junto a mis cuates músicos que me recibieron con palmadas en la espalda y me sonrieron orgullosos de mi suerte.
Nos dimos el lujo de pedir una chela. Brindamos, no recuerdo por qué. Los gringos nos miraban con mala cara. Sabían que no podían competir con nosotros. En eso entró otra chica al escenario con putería, también estaba en muy buena forma, pero no tenía la actitud tan agradable como la otra, a esta se le notaban gestos vulgares en sus facciones. Y también subió a alguien del público al escenario. ¿Adivinen a quién? Sí, a mí. Les juro que no lo estoy inventando, de verdad pasó, todos se sorprendieron y muchos evidenciaron su enojo y frustración, hasta se dejaron escuchar maldiciones al estilo gringuesco.

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