martes, octubre 30, 2007

Asalto

Brunilda tomó un taxi en la calle. Subió distraída. Apenas y saludó al conductor. Dudó durante el trayecto de varias calles si había saludado o no. Le dio lo mismo. El taxista no la miraba y ella se sintió segura. Se abandonó en su pensamiento, recordó la discusión que tuvo con Hernán, su novio, cuando ella le había pedido que le revisara un guión que escribió. Hernán no sólo se lo revisó, lo corrigió y además la regañó, quizá, con demasiado ahínco. Comenzaron a discutir, Brunilda se defendía más por sus ataques que por alguna diferencia encontrada en el texto. Gritaron y ella lloró después de un golpe escandaloso que Hernán le dio a la estufa con una cacerola que se calló y rebotó por el piso de cerámica. Quedó quieta, mirándolo con sus ojos hinchados y rojos. No era un llanto histérico, las lágrimas parecían que corrían por su interior. Tembló con debilidad. Hernán no se conmovió, al contrario, arremetió contra ella frente a su actitud frágil y llorosa. Le dijo que no se dejaría influir con ese desplante tan de mujer y lo único que hacía, con su actitud, era mostrar que él tenía razón al decir que su guión era débil y sentimental.
-¿Para dónde señorita? ¿Me sigo derecho? -la interrumpió el conductor.
-No, aquí a la izquierda, por favor.
-¿A la izquierda? ¿Segura? No veo bien. ¿Es doble sentido esa calle?
-Sí, acaba de entrar un coche por ahí.
El taxi frenó. A Brunilda le pareció raro ese movimiento. Miró a todas partes y le dijo al chofer que ahí se bajaba. Sacó un billete de su bolsa. Estando a punto de tomar el billete la otra mano, grande y fuerte, entró otro hombre al taxi y se sentó junto a ella. Le mostró una pistola al conductor y a ella la esculcó para ver si no tenía algún arma. Brunilda comenzó a llorar y le suplicó que no le hiciera nada.
-No te voy a hacer nada. ¡Putita pendeja! Sólo quiero ver si estás limpia. Tengo el suficiente dinero para estar con la vieja que yo quiera, pendeja.

La dejó de tocar y guardó la pistola. Ella se tranquilizó por un momento. Se dio cuenta de que el taxista estaba de acuerdo con al asaltante porque cuando éste subió, el otro aceleró de inmediato. Pudo ver por la ventana que se alejaron de su colonia y la llevaban hacia el norte. Entraron a la Peralvillo y a la Guerrero. Brunilda tenía mucho miedo. Escuchó la cacerola golpeándose en el piso y la cara deformada, furibunda, de Hernán, en la del asaltante. Cómo quisiera que fueras tú, Hernán. Imploró silenciosa. Sabía que en el fondo Hernán era un hombre bueno. Se metieron a una tienda horrible a comprar un estereo con su tarjeta de crédito. Por suerte no tenía fondos y no pudieron comprar nada.
-¡Ni tienes dinero, pendeja! ¡Chingada madre!
Le sacaron cuatro mil pesos de la tarjeta de débito y luego la dejaron en un sanborns sobre Insurgentes.
-Pobre de ti si me denuncias. Tengo tus datos y no te gustaría verme de nuevo, ¿verdad? -le dijo mientras ella bajaba del taxi.
No, Hernán, no te preocupes, jamás te haría daño. Respondió sin abrir la boca.

jueves, octubre 25, 2007

Sustantivos calificativos

Ruy Guka: Soy el hombre más feliz porque me descubrí como un sustantivo.
Ray Goko: Nel, tú ni estás sustantivado, no llegas ni a morfema, que digo, ni a fonema.
Ruy Guka: Tú ni existes. Eres una variante de mí mismo.
Ray Goko: ...
Ruy Guka: Ajá, te quedaste callado. Bueno, no te quedes ahí parado sin decir nada. Mira cómo las hojas se arrastran en círculo. Puedo verte dando vueltas alrededor de mí, con la misma furia.
Ray Goko: Ah, ya cállate. Ni siquiera sabes por qué pusiste tal título, "sustantivos calificativos", eso no existe.
Ruy Guka: ¿Qué? Tú no puedes saber más que yo.
Ray Goko: Puedo saber mucho más que tú. Tú sólo sabes conscientemente de tu consciente. En cambio yo, sé conscientemente de tu consciente, inconsciente, de mi consciente y mi inconsciente. O sea, te chingo. Y cuidado, porque puedo sacar a la luz algo que hayas olvidado y que, quizá, te hubiera traumado o avergonzado o algo peor. Además, los que califican por excelencia son los adjetivos, no los sustantivos, estos son los calificados, no los calificadores.
Ruy Guka: ¡Cómo hablas! Que bueno que no soy como tú. Y claro que puedo calificar sustantivamente.
Ray Goko: Ah, sí. ¡¡Cómo!!
Ruy Guka: Lee. "Carro bomba" o "brillo Ruy" o "pantalón cinturón".
Ray Goko: Brillo Ruy, no puede ser.
Ruy Guka: ¿Por qué?
Ray Goko: Porque no llegas ni a fonema. No tienes ni significado, primero sustantivízate, idioto.
Ruy Guka: ...
Ray Goko: Jajaja.
Ruy Guka: ...
Ray Goko: Jajaja.
Ruy Guka: Ya me voy.
Ray Goko: ...
Ruy Guka: Je.

miércoles, octubre 24, 2007

Concurso de blogs

Me imagino que ya todos saben, pero yo me acabo de enterar. Hablo de un concurso mundial en busca de los mejores blogs en todo el planeta. Es una lástima que la blogósfera mexicana no se haya enterado toda, para que hubiera una mayor competencia.
Aquí les pongo el link para que se den una vuelta. La fecha de registro ya terminó, el último día fue el treinta de septiembre. http://www.thebobs.com/index.php?l=es
Algo le pasa a mis entradas que no pude linkear la dirección. Tendrán que copiarla y pegarla, ni modo.

domingo, octubre 21, 2007

Dos momentos

Pablo tomó una taza de vidrio soplado, lo hizo con cuidado, no se le fuera a romper. Yo tuve, en alguna ocasión, el mismo cuidado de tomar algo con suavidad. Dentro, echó el café recién hecho, cuyo aroma invadía cada rincón de la casa en esa mañana gris. A mí me gustan las mañanas grises, sobretodo abrir las ventanas y permitir la entrada del aire frío. Se acercó a la puerta de vidrio que daba al jardín, miró por entre los árboles mientras sorbía un poco de café. Eran las ocho de la mañana, apenas, se le notaba la tranquilidad de tener tiempo. Abrió la puerta y salió a caminar sobre unas piedras que había puesto sobre el pasto y que llevaban a la puerta del cerco de madera, una delgada división entre el bosque y su casa. Sólo podía abrir la ventana por momentos, si la hubiera mantenido abierta, el hollín de la ciudad habría enegrecido las superficies de mi departamento y facilitar una infección gastrointestinal en mi estómago. Pablo se quedó parado en la portezuela del cerco, quedó pensativo y sonrió. Pablo, que bueno que te saliste de ese departamento, aquí tienes cosas más valiosas.

martes, octubre 16, 2007

Secuencia en Chiapas de locura

El jueves 11 de octubre me alisté para llegar al aeropuerto de la Ciudad de México y tomar un vuelo directo a Tapachula, Chiapas. Pero antes pondré la razón de todo esto. Hace un año se murió Rafael Ramírez Heredia, un escritor mexicano, nacido en Tampico, que pasó tiempo en Chiapas tallereando a muchos jóvenes, además de hacer una novela, la última creo, basada en la "mara salvatrucha" de ese estado. Por esto, una chava, Dulce Berenice Velázquez, presidenta de una fundación llamada "Juventud Activa A. C.", coordinó la publicación de un libro donde muchos escritores y periodistas mexicanos colaboraron con un texto breve relacionado con la vida, o la obra, del autor muerto. La compilación fue hecha por una periodista y un escritor, isabel Arvide y Marco Aurelio Carballo. Escuché varias veces llamar a la periodista que es de armas tomar. Tenía guaruras y la llevaban en una camioneta de lujo. Periodista política, con influencias poderosas en gobiernos locales y parece, no lo afirmo, que corrupta.
Se hizo el libro. A cada uno de los colaboradores les pagaron seis mil pesos. Escribieron treinta y siete personas. La fundación invitó a los colaboradores a Chiapas para presentar el libro. No fue casi nadie. Eran como unos diez periodistas y cinco escritores. Más sus acompañantes. Yo era uno de los acompañantes. Fui por invitación de mi padre, Humberto Guzmán, que colaboró en el libro. Entre otros colaboradores estaban Vicente Leñero, Mónica Lavín, René Avilés Fabila, Humberto Musachio, Felipe Garrido, Hernán Lara, Roberto Bravo, Ignacio Trejo, Isabel Allende, Guillermo Samperio, etc. También fue el hermano de Ramírez, el Doctor Jorge Ramírez, con su esposa, que me cayeron bien, muy agradables y simpáticos.
Me vi con mi padre en el registro de boletos de Aviacsa. Abordamos el avión y llegamos a Tapachula. Fuimos al hotel. Comimos en un restaurente chino, de todo y en abundancia, tanto la comida como los alcoholes. Algunos periodistas, que eran originarios de Chiapas, comentaron sobre las colonias alemanas, japonesas, chinas e italianas de la zona. A los japoneses nacidos en Chiapas, el gobierno japonés, les ofrece estudios, becas y trabajos con sueldo japonese, aunque vivan en tierra mexicana. Se terminó el convivio y apenas pudimos salir del lugar a pie. Nos fuimos al hotel a descansar de la comilona. En la noche se presentó el libro en la Universidad Autónoma de Chiapas, que tiene planteles en Tapachula. Había muchísima gente, casi todos estudiantes. Estuvo chistosa la presentación, había una voz en off que presentó desordenadamente a los autores de la mesa, no leía bien su tarjeta de información y presentó personas que no estaban en la mesa, ni siquiera en el viaje. Fue vergonzoso para los organizadores, además de que Isabel Arvide, con expresiones vulgares, se burló varias veces de la voz en off. De ahí nos fuimos a un restaurante argentino donde nos dieron queso gouda empanizado con chicharrón en salsa verde y roja, quesadillitas, ensalada de manzana con queso y crema, arrachera con pasta al pesto y helado frito de postre. Todos pedían ron, whisky y cerveza. Al principio llegó un hombre que no era parte y después me enteré que era un senador priísta chiapaneco, invitado y acompañado de Isabel Arvide. El senador aplaudía con las manos en alto, gritando, para llamar al mesero y pedirle un Buchanan's reserva 18 años. Después de varias, pidió la botella, lo tomaba con agua mineral y revolvía la mezcla con el chuchillo. Luego llegó la presidenta de la fundación, Dulce Berenice , acompañada de un señor ya como de setenta años y con el pelo pintado de un café horrible. Pensé que era su padre, luego pensé que era su marido. Después me enteré que era el procurador de Chiapas, su amigo.
Terminamos la cena y nos fuimos al hotel. Todavía se quedó el grupo mencionado de políticos.
All día siguiente muchos se fueron a la playa, Puerto Chiapas, otros nos quedamos y nos vimos en el aeropuerto de Tapachula donde tomamos un vuelo privado hacia Tuxtla Gutiérrez. Los muchos se fueron en el camión de la excursión, los otros nos fuimos en camionetas de la fiscalía de Tapachula al aeropuerto.
En Tuxtla nos registramos en el hotel Crown Plaza y comimos a la carta en un restaurante italiano. Estaba bueno. Comí sopa de papa con poro y, de plato fuerte, ñokis en salsa de jitomate. En una mesa aparte, con un grupo de los invitados, pidieron seis botellas de vino tinto y hasta postre. Hubo descanso y en la noche otra presentación del libro en una sala del hotel. Otra vez fue mucha gente. Varios estudiantes de una prepa, todavía con sus uniformes, eran las siete de la noche, exalumnos de Ramírez y otras personas. Al terminar hubo bocadillos y bebidas sin alcohol para la banda. Y nosostros nos fuimos a un restaurante-mirador a las afueras de Tuxtla. Comimos comida chiapaneca muy rica: ceviche de camarón, res cocinada en limón, sopa de chipilín y varios platos de comida fuerte, como "cocho" en adobo. Hubo baile folclórico y música viva con marimba, durante el baile, y un grupo de música romántica. De nuevo estaban Dulce Berenice y el procurador sin despegarse. Todos bebimos mucho whisky, tequila, ron, wodka y cerveza.
Al día siguiente se enfermaron varios del estómago. Yo me enfermé el primer día con la comida china y la arrachera de la noche más mis rones y cervezas.
El sábado trece nos fuimos en camión a San Cristóbal de las Casas por la carretera nueva, que no tiene curvas pronunciadas y peligrosas, como la vieja. En sancris muchos dieron un pequeño rol por sus calles. Yo me despegué de ellos, me compré un periódico y tomé café. El café en Chiapas es de lo mejor, además de que casi en cualquier lugar lo saben preparar como se debe. Mientras tomaba mi café y leía muchísimos niños y mujeres de poblados cercanos pedían dinero o vendían artesanías textiles. Había quedado con la organizadora de ese momento que nos veríamos a las cuatro en el camión que se quedó estacionado frente a la plaza principal de sancris, donde hay un kiosko. Llegué a las cuatro y los demás no llegaban. Platiqué con el conductor del camión. Me dijo que su hijo estaba estudiando ingeniería química en el poli y que su hermano trabaja en pemex, por lo tanto su hijo ya tiene una buena plaza en pemex en la sección de petroquímicos. Excelente, le dije, felicidades. Sonrió orgulloso. Dieron las cinco y no llegaban. Me fui al hotel. No estaban. En un papelito con el itinerario, que nos dieron a todos, decía que la comida sería en "Jardines de San Cristóbal". Tomé un taxi y me fui para allá. Me cobró veinte pesos. El café en la plaza me había costado ocho pesos. Fueron veinte pesos por tres o dos kilómetros. El taxista me platicó que una iglesia mormona, que vimos en el camino, fue inaugurada por alemanes e ingleses, que lo habían invitado, pero no fue. Llegamos al restaurante que parecía una exhacienda. Tenía un jardín sumamente extenso con manzanos y perales. El lugar era elegante, con las paredes de adentro hechas con adobe. Ahí comí un cerdo al horno increíble, era una rebanada de cabeza de lomo, la parte que está abajo de la nuca del cerdo. Excelente, jugoso y con mucho sabor. Mucha bebida.
Descanso y paseo hasta la hora de la cena, a la que casi nadie fue, en un restaurante, también elegante, pero no de muy buen gusto y la comida no estaba tan buena. No comimos tanto, pero sí bebimos muchísimo, casi puro whisky hasta las dos y media de la mañana. Yo me fui a seguir bebiendo con los organizadores de todo lo sucedido, que eran miembros directos e indirectos de la fundación, hasta las seis de la mañana. Uno de los chavos le vomitó a otro sin querer.
Al día siguiente ya nos fuimos al aeropuerto de Tuxtla y tomamos un avión, Click, hacia la Ciudad de México.
Fue un buen viaje. La reclación entre los pocos escritores y los muchos periodistas fue tranquila y armoniosa, cosa rara en estos lares de competencia, crítica y chisme. Los escritores son como las mujeres que se critican todo, a veces sin compasión.
Ahora imagínense cuánto se gaastó la fundación. Treinta y siete colaboradores por seis mil pesos=222, 000 pesos, más los boletos de avión comerciales, la renta del vuelo privado (aeromar), los hoteles caros, los restaurantes caros, la publicación del libro, que regalaron, etc.





Comida en el restaurante chino




Vista de Tapachula desde el hotel









Presentación del libro en la universidad. Roberto Bravo, escritor (izquierda). Dulce Berenice, presidenta de la fundación (centro). Isabel Arvide, compiladora (derecha).




Cena en restaurante argentino





Vista de Tapachula desde el hotel





Regalitos sorpresa en el cuarto del Crown Plaza





Contenido del morral blanco en la foto de los regalitos





Presentación en una sala del Crown Plaza. Hugo Montaño, escritor-alumno de Ramírez (izquierda). Humberto Guzmán, escritor (centro). Ignacio Padilla, escritor y crítico (derecha).





La misma presentación. Jorge Ramírez, doctor en medicina (izquierda). Felipe Garrido, escritor (centro). Armando Rojas, periodista (derecha).





Vista de Tuxtla desde el restaurante-mirador





Advertencia en sancris





Templo y exconvento de santo Domingo de Guzmán (sancris)





Acercamiento al templo





Otro acercamiento. La cabeza a la izquierda parece un cráneo, de lejos, pero de cerca es una corona.

viernes, octubre 12, 2007

Imágenes siguientes del viaje


Mirada hacia el andador de sancris





Bon ice en la continuación del andador de sancris





Manzanos y perales en el restaurante "Jardines de san Cristobal"





Lo que parece la hacienda del restaurante "Jardines..."





La mesa de los invitados dentro del restaurante





En la comida





La pared de adobe





Tejados de sancris del hotel





Vista de sancris desde el hotel

martes, octubre 09, 2007

Fotitos

Estos son los dibujos que una vez me llegaron en algún archivo masivo por correo electrónico hace ya algunos años. Los hizo un tipo apellidado Beever.

















martes, octubre 02, 2007

¿Ruy Guka? Ah, sí, el pendejo que creyó que le robábamos el tanque -le dijo Macedonio a sus compañeros de trabajo.

Entrambos lados del espejo, el que origina todo, siempre soy yo. Cabilé duro por el asunto del tanque de gas. Macedonio, un hombre joven que trabaja repartiendo los tanques de butano, lo conocí hace ya como unos nueve meses. Es de Poza Rica, Veracruz. Cuando platiqué con él la primera vez era casi un recién llegado. Todavía tenía una mirada que evocaba ilusión y sonreía mucho. Ahora que lo vi el sábado, que me trajo mi tanque de gas, tenía una mirada dura y no sonreía tanto, es más, no recuerdo que haya sonreído, incluso se le notaba ese hartazgo provocado por el problemático df.
Menciono a Macedonio porque me regañó el sábado. Mientras colocaba el tanque le dije, "mira, el tanque me duró cinco meses. Antes, que estaba en la azotea me duraba entre un mes y tres meses." Yo seguía sospechando y quería ver su reacción. Él me contestó, "pus sí, que no te acuerdas que cuando te bajé el tanque tenías dos fugas en la instalación." Chale, chale y recontrachale, pensé. Sí, era cierto, tenía dos fugas, ¡dos! Me sentí muy mal.
En ese bochornoso momento, en que me vi como a un imbécil, recordé cuando mi padre le platicó a unos vecinos imbéciles sobre una historia china con moraleja, que trataba sobre un leñador que perdió su hacha y sospechó de su vecino. Cada vez que el leñador veía pasar a su vecino por su casa se convencía de que era un ladrón. Ya estaba pensando en cómo vengarse y recuperar su hacha cuando la encontró en un rincón de su bodega. Mi padre le contó la historia a esos vecinos, un matrimonio, cuando le fueron a tocar a la puerta de su departamento para acusar a mi hermano de drogadicto, que tenía amigos peligrosos que lo venían a ver y tenían miedo que mi hermano o sus amigos violaran a su hija, una chavita como de dieciseis años, gorda, introvertida, depresiva y fea hasta su madre, a la que jamás le hubieran intentado hacer algo, mi hermano y sus amigos de entonces, pero ni por error. Además mi hermano ni se drogaba, el que lo hacía era yo, jaja.
En fin, me sentí muy mal por sospechar a lo pendejo.