lunes, febrero 27, 2006

Risas en la lectura

Pus, estuvo bien la lectura de los cuentos. Hubo mucha gente sentada en las butacas, hasta me aplaudieron. Fueron varios niños porque escucharon que se leerían cuentos y asistieron. Advertí que había alguna que otra perversión sexual: se salieron pocos, más bien los papás los sacaron, los demás niños se quedaron a escuchar y se rieron mucho, me gustó que se rieran. Luz estaba en las butacas y me dijo que algunas mamás meneaban la cabeza negativamente y que trataron de sacar a sus hijos, pero estos se resistieron, se agarraron de los brazos de los asientos. Jejejeje, que chingón.
No sacamos fotos, se nos olvidó la cámara porque amanecimos crudísimos; nos fuimos a una fiesta que organizó el ficco y dieron un chingo de chupe gratis, absolut mora, creo, vainilla, limón y mandarina con sprite. Bueno, ¿no? Había mucha banda de esa que le gusta ser diferente y beber mucho, así que no me la pasé mal. Sí, una lástima que no haya fotos del magno evento de mi lectura. Pero, pus ya habrá otras, espero.

jueves, febrero 23, 2006

La gran invitación



Ésta es la gran invitación a la gran lectura del gran escritor
en medio de esta gran humanidad tan inteligente y tan sensible
como la que se puede observar en la actualidad y desde siempre.
En la invitación no se alvanza a leer con claridad.
Es en el aula magna del CNA en la esquina de Churubusco y Tlalpan
a las 12:30 pm. Le leeré tres cuentos a las butacas.
Si alguien quisiera ocupar alguna de las butacas son bienvenidos.

miércoles, febrero 22, 2006

Publicación de Matamoscazzz

La buena noticia del momento es que publiqué mis cuentos en un blog. El título es Matamoscazzz. Espero que tengan tiempo de verlo. Aquí está el link, también lo puse en la barra de a lado.

sábado, febrero 18, 2006

Quítate los pantalones

Antes que nada, todo. Después de nada, todo. "Ajá, sí", me respondió alguien en la madrugada con una banda bien borracha. Me dio igual. Qué más en esos casos. Y, claro, se deslizó entre la gente para buscarse otra compañía. Me dio igual. Yo también me deslicé. Como seis botellas para treinta personas, de las que veinte éramos las que bebíamos. Una mesa al costado, pegada al ventanal que daba a la calle oscura sostenía dos charolas de alumino rectángulares de 25 por 45 cm, contenía ceviche de carne, mu hueno. También sobre la mesa, dos charolitas antiecológicas de unicel con habanero, cebolla en rajas nadando en limón. No sé bien, pero creo que dislumbré otra charola con chicharrones baratos vigilados por un soldado gordo contenido de mucha salsa San Valentín. A diez metros, al otro lado del lugar, una nevera repleta con cubos de hielo. Bailábamos en un segundo piso dividido en dos por una escalera que te bajaba a los baños limpios, equipados con papel de baño, virando un poco a la izquierda se veía sobre el lavabo pequeño una minúscula, aunque a lo sumo olorosa, pieza de jabón que nunca se acabó; o que te subía al vocerío, al ruido de la música, para tomar un vaso de unicel bien llenado de alcohol con refresco. Estuvo divertido. Casi no bailé, no sé por qué, generalmente bailo un buen rato. Recuerdo que le conté a Gutilongo esto que sigue.

Cuando cursaba la prepa, la última en la que estuve, había un coordinador que además daba asesorías de matemáticas. Tomé algunas asesorías con él, también me enseñó algo de matemáticas más avanzadonas de las que se ven en la prepa. Ya no me acuerdo como eran, pero el caso de todo esto es que un día me invitó a su casa. Era un hombrecito de baja estatura, moreno, gordito, casado y con gemelos apenas de un año. Me había enseñado fotos de su mujer: una gringa cadavérica de esas que tienen una quijada pronunciada, gozaba de una nariz decorada de algo como salpullido, una belleza. Quedamos de vernos un sábado a las tres. Llevé mi cuaderno y mi calculadora. Esto era en Mérida, hacía calor, para variar. A Víctor, el coordinador, se le escuchaba una voz débil, enferma y poco varonil. Tenía una sospechosa amabilidad, algo excesiva, incluso fastidiosa.
Me senté en una mesa de cristal con patas de madera con bejuco. Víctor estaba en la cocina, una pequeña que tenía una barra que por encima de ella se permitía ver dentro. Me dictó algunas operaciones para que hiciera. A los diez minutos bajó su mujer. La saludé. Bajó con los bebés, estaban vestidos como para salir. Algo hablaron en la cocina. A fuera sonó un claxon, ella tomó a los bebés y una valija, así flaquita como estaba pudo con todo, y se despidió de mí sonriendo lascivamente y me dijo, "pásensela bien". Me incomodó un poco, pero seguí clavado en mi cuaderno.
Escuché vasos puestos sobre el azulejo de la barra de la cocina, seguido de hielos dentro del vaso, luego el líquido cayendo al fondo, era whisky. Mírenlo, el cabroncito sacó whisky. Me llamó a sentarme a la barra. Sonreía como su mujer al despedirse. Mmmm, me dije. A ver qué onda.
Empezamos a hablar de cualquier pendejada. Le dije que la prepa estaba de la verga, que los profes eran una mierda y que el diretor no sabía nada de nada. Sí, me respondió, que él quería llegar a la dirección y hacer los cambios oportunos. Ah, muy bien, que chingón, le dije.
Me empezó a hablar sobre estupideces de un libro como de samborns de "metafísica". No mames, ¿lees esas mamadas, y así quieres ser director? Bueno, la neta es que cualquier pendejo podía ser director en esa escuelucha de porquería. Insistió en hablarme de esas mamadas del libro. Se detuvo, quedó pensativo, se le iluminaron los ojos y luego me preguntó que si podía hacer un experimento conmigo que decía el libro. Todavía sin sospechar nada, accedí. Explicó que si una persona cambia su playera con la de otra que considera inteligente, de buena vibra, se le va a pegar. Nos cambiamos las playeras. Platicamos de cualquier mamada y de repente dijo, "ya, ya pasaron quince minutos. Ahora hay que quitarnos las playeras y ponerlas en el piso". Órale, dije.
Sentados a la barra, él de lado de la cocina y yo del otro, sin playeras. Veía detenidamente mi cuerpo. ¿Qué onda? Pregunté. "Estaba viendo tus bellos, tienes muchos, yo soy totalmente lampiño". Pues, qué te puedo decir. A algunos les toca y a otros no. "¿Te llegan sin interrupción hasta tu pubis?" No sé. "A ver." No.
Me puse mi playera a pesar de la insistencia de él por quererlas dejar más tiempo ahí para que se pudiera cumplir la estupidez metafísica de su estúpido libro para retrasados mentales y que a lo mejor ni salía ahí esa mamada y sólo lo inventó para seducirme. Sí, obvio.
Quería ver hasta dónde llegaría con esa farza seductora para convencerme de que le meta la verga. Me puse mi playera. Ya nos habíamos tomado varios whiskys. El pendejo estaba muy pendejo, seguía insistiendo con cosas de mis bellos o mis brazos o cada cuando me la chaqueteo. En ese tiempo yo aguantaba más el alcohol que ahora y eso que ahora aguanto bastante, bebiendo tranquilamente, no de jalón cada vaso.
Dieron las cinco de la tarde. Intenté cambiar de tema varias veces, algunas resultaron y conseguí que me platicara un poco de su mujer. Me dijo que no le gustaba, que desnuda se veía horrible, que se casó con ella para no estar soltero a su edad, que no se veía bien. Pobre tipo. Lo entendí un poco. La sociedad yucateca es pendeja, metiche, díscola, ignorantísima de cualquier humanidad, vulgar y siniestra. Castigaban la homosexualidad severamente. Y el pobre imbécil estaba totalmente influido y temeroso por esta sociedad jodida cerebralemente. Superficial al extremo. JODIDA.
Seguí observándolo. Me invitó a sentarme a la sala. Sacó una botana de filadelfia con ritz y más whisky. Estaba sabroso el whisky. Él estaba en un sillón y yo en otro. Toda una película porno en donde el protagonista era él y la víctima inocente, que no conoce la vida, y que caería en las redes del hipócrita cobarde era yo. Me preguntó que si se podía quitar los pantalones. Estás en tu casa, ¿no? Le respondí. Se rió y se los quitó. Ya se le notaba el alcohol en el cerebro. Yo estaba tranquiqui, observando. Su cara comenzó a deformarse, se convertía en la cara de un vagabundo que pedía dinero, fingiendo estar enfermo en el piso, tirado, lleno de mugre recién puesta para el papel.
"Me voy a sentar junto a ti" Bueno, le dije. "Ay, Ruy, que bueno que eres mi amigo. Yo no tengo ningún amigo, tu eres el único. Pero, quítate los pantalones para que estemos igual, como amigos." No, no es necesario, creo que es suficiente diciéndotelo. "Quítatelos." No. ¿Oye, tienes más whisky? Ésta ya se acabó. "No sé." Pus ve a ver. "Sí. Mira, aquí hay una nueva" Vientos, cabrón, tú sí que eres un buen cuate. "Pero no te has quitado los pantalones."
Cabeceaba un poco de borracho. Se hacía el borrachín. Tenía muy bien hecho el numerito, quién sabe a cuantos güeyes de la prepa no se trajo a su casa para mamarles la verga. No podía creer la forma tan estúpida de seducir indirectamente a un muchachito como lo era en ese entonces. Así cabeceando de la nada dejó caer su cabeza hacia mi vientre e intentó desabrochar mi pantalón. Tomé su cabeza con una mano y la quite despacio hasta que quedó sentado normal.
¿Qué onda? Así que te gusta la verga. Te hubieras ahorrado todo el teatro, me hubieras dicho que te gusta la verga y te hubiera invitado a que mejor platicaramos o que mejor me fuera y así no perderías tu tiempo y tampoco habías hecho el ridículo. Dije.
Terminado lo dicho él sacudió la cabeza e hizo como que despertó diciendo: "¿Qué, qué pasó? ¿Por qué me dices esas cosas? ¿Por qué? ¿Qué pasó? No recuerdo nada."
Guau, increíble, órale, que orate. Me sorprendió sobremanera el colmo de su credulidad, de su astucia fracasada, de su incapacidad de ver lo pendejo que era. Increíble.
Pues, que eres guey. Me quisiste sacar la verga y mamarla. ¡Eres guey! Está bien que te guste la verga, no te preocupes, tu secreto queda a salvo conmigo. No hay pedo. Tengo cuates gueys que no tienen pedos en la cabeza como tú y viven tranquilamente. Todo está bien. Y, bueno, creo que ya me voy. Dije.
"¡Nooooo! ¡De qué hablas!" Se alocó y fue a sentarse a otro sillón. Histérico se agarró la cabeza y sacudió su pelo, negando todo lo que dije. Órale. Que no mamen. ¿Ya ven qué pasa en una sociedad tan lacra y jodida como la que se ve en nuestro querido país? ¡Qué tipo! Y todavía falta el gran final.
Me levanté del sillón en dirección a la puerta hacia las escaleras gritando que sacaría la pistola de su cuarto y se mataría. No, que onda. Ahora se volvió un chantajista-sicópata-suicida. Seguí caminando a la puerta y me fui.
Después en la escuela. Me detuvo a la salida cuando estábamos saliendo todo el alumnado. Estaba nervioso y tartamudeaba. No dejé que terminara lo que trató de empezar y le dije: "Oye, Víctor, no hay pedo, sé que te gusta la verga y no diré nada, pero acéptalo, vive como eres y cálmate." Se puso pálido con lo que le dije, sobretodo porque lo decía con seguridad y en voz normal, casi alta, él volteó hacia todas partes y me hizo un ademán de que bajara la voz. Logré que lo aceptara, pero tenía lleno de miedo el rostro, qué miedo, era terror y palidez enfermiza. Imagínense, tenía miedo de perderlo todo: trabajo, familia, un lugar en la sociedad, todo su mundo, su único mundo, hubiera sido catastrófico.
Así fue,el resto de tiempo que seguí en esa prepa jamás me buscó. Por suerte no se puso más pendejo como para provocar de alguna manera que me expulsaran de la escuela o una mamada así. Tuve suerte.

A Gutilongo no le pude contar todo como ahorita, pero pus aquí sí. Gutilongo se fue a platicar con otra persona y yo me deslicé hacia la botella para servirme otro vaso de alcohol.

martes, febrero 14, 2006

Panecitos y ensalada

El sábado me emborraché. Todo empezó el viernes. Vinieron a mi casa dos cuates, los papás de Gaby, la niña que sale cagando en un post abajo. Habían planeado hacerle su fiesta de cumpleaños en el café de otros cuates. Bueno, pus el idiota de Ruy dijo que haría unos panecitos con queso y salsa de jitomate encima y una ensalada con su aderezo. Tiempo y dinero, que ganas de regalarlo. Tiempo más o menos hay, pero dinero, ¡futa!, en la circunstancia de Ruy, o sea yo, era inaudito, como se atrevía. Dicen que cuando uno menos tiene más da y viceversa. ¿Será cierto? A lo mejor. Hasta ahora Ruy ha corroborado la primera frase, si llegara a corroborar la segunda, entonces él se los a avisará por medio de mí, o sea yo, Ruy.
Se fueron de la casa. Ruy se fue a dormir pensando en que se levantaría temprano, iría a la merced para obtener todo a mejor precio, sobre todo el jitomate que está por las nubes, regresaría a cocinar para luego llegar al café a las cuatro y preparar todo. Tuvo que cocinar la salsa en su casa, en el café no había estufa. No haber estufa en un café. ¿Es normal que no haya estufa en un café? Por lo menos una parrilla de dos quemadores. Pero no, no es tan necesaria.
Al día siguiente, Ruy despertó como a las doce de la tarde. No se bañó. Puso la cafetera a funcionar, le dio un trago de miel a su bote comprado en el super tienguis por treinta pesos medio kilo. Buen precio.
Ya no le dio tiempo de ir a la merced. Caminó tres cuadras hacia un bodega Gigante. Compró todo menos el queso, el pan y la albahaca que quería como decoración encima de los panecitos.
Preparó la salsa. Rebanó los ingredientes de la enslada y lo metió en una bolsa de plástico. Preparó un aderezo de mayonesa. Y se fue al café. Ahí alguien compró el pan, la albahaca y el queso.
La fiesta de Gaby estuvo tranquila, hubo otras tres niñas y varios adultos de poca edad. Los panecitos y la ensalada fueron un éxito. Tanto que el güey del café, Miguel, le preguntó si no hacía sopas, le dijo que sí. Quedaron en que le llevaría tres litros de dos sopas distintas la semana siguiente. Tremendo el Ruy con su iniciativa de los panes. Ya ven, sólo hay que hacer las cosas y luego sale algo, si no, hay que aguantar, y si sigue sin haber nada como con los pinches cuentos de Ruy, entonces sí, dense un balazo.

Haciéndolos. No tomé foto de la ensalada.
Ni nadie lo hizo.





















"Panecito listo"








Hubo poca gente y el atascado de Ruy hizo comida para como unas treinta personas, pero no importó eso porque como a las ocho cerraron el café a todo público y fueron por las caguamas. Ruy, todo borrachín, bailaba por el café: se bajaba del banco de la barra y entre burbujas de cebada llegaba a la cocina para preparar panecitos y ensalada. Lo sacaba para colocarlo en alguna mesa vacía. De la mesa al banco recibió una que otra sonrisa, una palmadita y un comentario de, ah, que buena idea.
Ruy el héroe. Así como le gustaba cuando su mamá le decía hace muchos años que era un héroe, apapachándolo, y que era listo, guapo y valiente. Eso fue en la imaginación de la madre y cuando Ruy era niño. Cuando alguien ve a un niño se puede imaginar muchísimas cosas, pero cuando uno ya está grande, mejor no se imagina nada ni dice nada de uno. Que cosas. Ruy el héroe. Sí, pasó un momento de heroicidad protagonizado por nuestro suspicaz Ruy. Gaby, sí Gaby fue la princesa atrás del dragón. Gaby sufrió de infantilismo ridículo. Cumplió cinco años. La niña vio a un vendedor de pajaritos que le provocó emociones caprichosas. Le gritó a su madre que quería uno. La madre le hizo señas al vendedor que se fuera que estaba a punto de provocar una desgracia. El vendedor no se fue, se acercó un paso, sacó un pajarito con una varilla en la que éste subió y le dijo a Gaby, "mira, no pica". Uy, Gaby se acercó. Nadie peló a ninguno de los dos. El señor lo notó y se fue. Pero ella empezó llorar mucho y fuerte, hasta se tiró al piso y se metió abajo de una banca. Chilló un rato. Ya nadie estaba cómodo. La madre y el papá adoptivo intentaron remediarlo, pero no pudieron. Ruy notó en la cara de la madre algo de sentimiento de hartazgo y desesperación, parecía que en cualquier momento iría a la banca, tomaría de los pelos a la niña y la azotaría al piso o a la pared hasta que se callara. En ese momento intervino nuestro héroe. Ruy se agachó y habló con Gaby. Ella le explicó entre sollozos el porqué de su sufrimiento. Él la escuchó mientras le sobaba el pecho y la cabeza para tranquilizarla. Cuando terminó de quejarse la niña, Ruy le dijo: "Mira, ya tienes mocos en la frente." Le quitó el moco, uno largo. Le explicó algo sobre la frustración, que es lo único que se consigue con chillar tanto. La sacó poco a poco, sin dejarla de sobar, hasta que la sacó. La cargó y le dijo que el dibujo de atrás de su playera estaba desapareciendo. Gaby de distrajo por completo del llanto y preocupada quiso ver en el espejo si era cierto. Y sí era cierto, Ruy no le mintió, un héroe no puede mentir, por eso generalmente se asocia al héroe con la estupidez.
La fiesta terminó después en casa de otro cuate que llegó al cumpleaños a la una de la mañana. Gaby se durmió en la cama del cuate que llegó tarde. Y Ruy, yo, se emborrachó.

viernes, febrero 10, 2006

De una filmación a otra

Siento que algo va a pasar. No sé si sea la protesta musulmán por la libertad de expresión europea o porque méxico está creciendo económicamente y abriéndose mercado en el mundo con un mayor número de exportaciones o porque vaya a publicar mi libro de cuentos en otro blog en el que solamente estarán mis ficciones. A sopas catastróficas lo mantendré lleno con la denuncia de mi vida y las vidas que afectan la mía.
Como casi todos los días vi las noticias del canal 11 con Pérez Cañedo. Me entero de cosas que me gustan más que las pendejadas de la sociedad televisa-tvazteca-católica pendeja y jodida.
También puede que sienta que algo va pasar por la mayor vulnerabilidad de África por la reciente entrada del virus aviar, que miedo. No sé.
No sé cuándo publicaré mis cuentos en otro blog, lo estoy pensando. A lo mejor ni lo hago.

Me invitaron a ser parte de la decoración de un cortometraje por ahi. Llegué tarde. Estaban filmando lo último. Pero estuvo bueno porque saludé a un cuate, le dicen Bob, que es contraído y me llama la atención su mirada. Me cae bien. Lo invité a mi casa. Veníamos en el camión donde le platiqué sobre mi idea de abrir el negocito de hacer comida en mi casa y luego llevársela a alguien a su casa que me contratara por hacerla cuando un señor a lado de nosostros se metió a la conversación diciendo que es una excelente idea, que él había empezado así y que ahora tenía tres rosticerías. Me pareció de muy buen augurio. A Bob también le pareció buena idea. Llegamos a mi casa, serví café, platicamos un rato y luego se fue.
También, al ver la filmación del corto, me pasó que recordé, aquí les voy apresumir, estreché la mano de Javier Bardem. Sí, el mismísimo. Porque la productora de la película en la que participó este cuate, filmada en Mérida, donde viví dieciseis años, buscaba extras para rellenar el paisaje. Fue en la película "Antes que anochezca". Fue grandioso porque nunca había visto un rodaje de cerca; porque nos daban de comer de lujo, pagaban el transporte, había mujeres guapísimas y pagaban doscientos pesos por día; esto fue hace siete años y en provincia; pagaron muy bien, la producción era gringa, creo que el director se llamaba Jon Kilik, no lo recuerdo bien. Me encontré en el comedor, fui el último en irme, es más, estaba comiendo solo, cuando me levanté para llevar mis platos sucios a su lugar alcé la vista al otro lado del comedor y ahí estaba, Javier Bardem, me acerqué a él y lo saludé. Él hizo lo mismo agradablemente. Le dije cualquier estupidez: "Oye, vi Jamón, Jamón. Me gustó." Cosa que no era cierto, no había visto esa película, por suerte sabía que él actuaba ahí, después logré verla, años adelante, y me aburrió muchísimo. Cuando la vi recordé que lo saludé y me imaginé que debió haber pensado, si es que pensó algo, "mmm, otro chamaco". Aunque, ahora que recuerdo bien, su cara se iluminó ligeramente por lo que le dije, a lo mejor fue el mejor comentario que recibió de algún desconocido en Mérida.
Como ya empecé, terminaré. Participé en una semana de filmación, gané 1200 pesos, comí como rey. Un día de la filmación que fue en la plaza de Itzimná, que antes era un pueblo cerca de Mérida y ahora se ubica céntricamente. Pinche Mérida, creció muchísimo. Pero, mejor.
Bueno, ese día estaba parado en la calle como un cubano más, porque la peli era sobre un poeta cubano y la historia sucedía en Cuba, quien no permitió que se filmara ahí, porque Reynaldo Arenas fue ostraído por cuestiones políticas; y mientras se filmaba esa toma vi a un güey que estaba fotografiando y tenía un gafete, creí que era de producción, mexicano, contrataron gente de méxico; me acerqué al fotógrafo, platiqué con él. Nos hicimos cuates. Se llamaba Luis, es el mismo que hizo los ceniceros que fotografié en el bazar fusión y que puse en el post ante, anterior. En ese momento no nos hicimos amigos.
Luego, ese mismo día me encontré a una exchava con la que anduve cuatro meses y que iba con su papá, ella no entró como extra. La saludé y me preguntó si no había visto a Diego Luna, ¿quién?, le pregunté. Ay, no conoces a Diego Luna, me dijo con una mueca desaprobatoria. Ya no le hice caso y le pregunté algo a su padre.
Eso fue ese día. Al día siguiente fui hasta casi las afueras de la ciudad para comprar un cuarto de mota con un diler que a lo mejor sigue vendiendo. Lo último que me enteré del diler es que estaba construyendo su casita más a las afueras. Llegué a la casa de Güicho, el diler, y no estaba. Lo esperé un rato. Me cansé y me fui. Llegué a una avenida principal, entré a una farmacia, me compré una coca. Cuando salí me encontré al Luis, el fotógrafo, que estaba hablando de un teléfono público. No lo saludé de inmediato, esperé a ver si me reconocía y sí, me saludó con un movimiento de la cabeza. "¿Vives por aquí?" Me preguntó. "No, vine a comprar mota." "Ah, órale, yo estoy en el putero de aquí en frente. ¿Quieres venir?" "Bueno."
Era un putero de mala racha que no conocía, las pobres mujeres que chambeaban ahí, creo que eran de pueblo, chachas que prostituyeron o que buscaban una vida mejor que en la de sus pueblos. Había una banda de la película sentada alrededor de dos mesitas negras y redondas, con una botella de ron al centro de cada una. Pasó poco rato cuando llegó un chavito a sentarse con nosotros. "Mira, es Diego Luna." Me dijo algún güey. “Ah”, dije.
Luis me dijo que la fiesta continuaría en la alberca del hotel donde estaban hospedados los de producción y dirección. Que si quería ir. Como no, le dije. Nos fuimos todos en una camioneta y Diego Luna se fue con un don de setenta años en la moto del don que era como la de los carteros y vieja.
Llegamos al hotel Montejo, creo, sobre Paseo de Montejo. Vi al director de la peli fumando mota junto con su hija y un actor gringo de Hollywood. La hija era una mujer veinteañera, con un cuerpo increíble y completamente drogada. Bailé con ella. Me la pasé bien. Llegué borrachísimo a mi casa.

jueves, febrero 09, 2006

La visita

Hace unos días llegaron a mi casa Kostia, Pachuli y Peter. Mi hermano estaba ebrio. Pachuli y Peter estaban razonablemente tomados. Vinieron a invitarme para salir un rato. Los hice pasar para que me esperaran en lo que terminaba una pulsera que me había encargado una mujer de mi ex escuela. Sentados alrededor de la mesa de plástico estábamos platicando acerca de la posibilidad de hacer un pequeño negocio en el que Kostia prestaría una lana y Pachuli quería poner otro poquito para obtener ganancias constantes y mayores a lo de su aportación. El negocito consistía en hacer comida para llevar a las reuniones o fiestecitas de quien nos contratara. Todo iba bien. Traté de decirle al Pachuli lo menos rudo posible que no quería lo que él decía, que más bien quería que alguien me ayudara a cocinar y a llevar la comida. El dinero que quería poner Pachuli lo podía poner como préstamo y sacar un treinta por ciento de lo que pondría como ganancia y ya. Pero él no me entendía mientras que Kostia opinaba sin ton ni son con una actitud crecientemente agresiva hasta que dijo que ya hablara directo, que que hueva escuchar tantas mamadas.
La situación se ponía cada vez más tensa, Kostia ya se había olvidado de lo que estábamos hablando y sacaba cosas que no tenían nada que ver con el tema. Mencionó la reacción de mi padre después de que me había ido de su casa cuando sucedió mi renuncia como hijo. No entendí muy bien la actitud de mi hermano y su tanto despecho que dejó salir de su persona. Él solito iba enfureciendose, pensé que me iba a golpear, parecía que estaba a punto de agarrar algo y romperlo. Cuando mencionó lo de mi padre me preguntó algo y yo dije, bueno, ya que lo heces público.... Pero me interrumpió con un desplante reprochador. Noté que imitaba a mi padre, lo peor de él; decía incoherencias y se defendía de una manera totalmente fuera de lugar. Después de interrumpirme, cuando ya iba a contestar, dijo, sacando de onda a todos, que no era posible mi estupidez, que no podía mandar a la verga a todos, que no tenía por qué tolerar mis palabras; cuando él fue el que llegó a mi casa sin invitación alguna.
Estuvo increíble. No lo podía asimilar. Me pusé nervioso.
Una vez le dije que estaría bueno hablar de algo en lo que opináramos los dos, porque cuando llegaba a mi casa sólo él hablaba y quejándose de su vieja pendeja de Mérida, una tontaza, que no se perdía la telenovela Rebelde, y de su padre que era un mamón con él y detalles por el estilo. Y esta vez que llegó ebrio parecía defender a su padre.
Otra cosa que me soprendió fue que nunca lo había visto tan violento; cuando participé alguna vez en alguna peda con sus amigos de la colonia, de veintisiete años para arriba, que acostumbraban salir a dar roles en un auto, beber caguama, escuchar talía, o mierdas así, y hablar de estúpideces, yo me mantenía callado y observando casi sin participar, sólo llegué a decir algún "a huevo" o un "pus sí, no mames". Y cuando decía alguna esacaza y humilde opinión acerca de cualquier cosa, mi hermano parecía despertar de su letargo alcohólico balbuceando en voz alta que me creía mucho y que era un pendejo y que yo creía que las cosas que decía eran las más cabronas. Fue raro verlo tan lúcido y agresivo en esta visita.
No entiendo por qué defendió a mi padre después de las cosas que decía de él. Pensé que a lo mejor sí era normal, así como la putita que vive con su picador y le aguanta todo tipo de abusos sicológicos y otros, para luego defenderlo por una especie de síndrome de estocolmo. Pensé que a lo mejor era eso porque mi hermano es como una putita que vive con su picador. Eso me pareció la última vez que lo vi ahí en casa de mi padre.
Estuvo buena la visita. Le dije que era un borracho pendejo, aunque confieso que me reflejé un poco en él, digo, como borracho pendejo. De repente se levantó de su silla vociferando groserías y afirmando cosas que él creía de mí e incluso de Luz, que también le tocó. Le dijo, bueno, pus a ti que te queda, nada más llorar. Ah sí, ya me acordé, se quejaba que yo era un maldito egoísta que sólo pienso en mí y esas simplonerías. Me puse más nervioso, incluso empalidecí; sentí que en cualquier momento iba a ver sangre; por fortuna no pasó. Traté de entenderlo. Pero lo corrí. Así nomás.
Kostia, todavía con el humor que nunca manejó durante su visita, caminó hacia la puerta con aire triunfante y dijo lento, tranquilo y un poco ronco: comper mua. Listo. Salió.
Esa fue la visita de Kostia, mi hermano.

martes, febrero 07, 2006

Takis

Acabamos de ver "Cuerpos perfectos", una película que pasaron en la tele, y comimos takis de barcel. Fueron cuatro bolsitas: pastor, brava, guacamole y salsa verde. De la verga, no dejo de eructar y me duele el estómago.
Ya terminé de leer, por fin, los diez cuentos chinos y pus tranquiquis, la neta. Aunque me dejaron una sensación de soledad, sobretodo de los primeros cinco.

lunes, febrero 06, 2006

No se desesperen: un nuevo post con muchas fotos


"El letrero del bazar de diseño que se hizo en el parque méxico
y en donde estuvo Kameny, nuestras piezas de joyería"




"El tienguis de diseño"




"El puesto"






"Luz acomodando piezas"






"Las piezas"




"El imán para atraer clientes"






"Bárbara comiendo suchi del superama"




"Hada. Del puesto de a lado."





"Otro muñeco del puesto de a lado"





"Porta ceniceros y porta encendedores
de otro puesto a la vuelta"




"El grupo de rockito en el tianguis"



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"Gaby cagando. Es la hija de una amiga.
Esta foto no tiene nada que ver con el tianguis,
pero la incluyo porque está muy chusca.
Gaby firmó gustosa y divertida el permiso
para que saliera cagando."



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Finalmente cenamos estas ricas carnes con pastita
que yo preparé.
Después del arduo fin de semana
del tianguis que duró viernes, sábado y domingo
una buena cena. En compañía
de Sergio y Nelly, cuya hija cagando es la de la foto
arriba.