miércoles, enero 25, 2006

Felicidades al tianguis de la esquina de mi casa

¡Pero cómo no! El kilo de jitomate 16 pesos, calabaza criolla 12$, chilacayote 12$, limón agrio 8$, dos kilos de mandarina por 10$, un brócoli sano, fuerte y grandote por 5$.
¡Felicidades!
Además son amables. Dejan la calle libre para que puedan pasar los vecinos en sus autos. Tienen permiso hasta las seis y a esa hora ya levantaron casi todos, dejan la calle limpia.
¡Felicidades!
Como me gustaría que todo méxico fuese igual. A propósito puse méxico con minúscula. No se merece más. ¿O sí? Según yo, no. Y me vale verga. Este país es: corrupto, transa, ignorantísimo, naco, miardero, mentiroso, insidioso, chismoso mal pedo, pendejo, anlfabeto, farol. Y no me importa si otros países son mejores o peores. Y vivo en este desde que nací. Además este país es díscolo, parco, infantil, vulgar, católico, televiso, tvazteco, futbolero, mediocre, huevón, acomplejado en estúpideces como el dinero, nivel escolar, status empresarial o académico; gordo, violento, feminicida, politicoide.
Eso es lo que pienso de mi bello país. ¿Por qué no te vas a otro país? Me preguntaría cualquier imbécil o estúpida. Ay, que hueva de güey diría cualquiera "buena onda". Al resto del país, que es poco, que no entra en esta larga, mamona y aburrida lista les deseo toda la paciencia del mundo.
La verdad es que tengo muchas ganas de irme a vivir a otra parte pero como dice Kundera siempre habrá un "otra parte". Y eso que mi abuelo vive en Praga, mi abuela y una tía de iglesia protestante que entra en la lista anterior en Suiza, mi madre la loca vive en Praga la mitad del año y la otra en Mérida (mex). Aún así no es tan fácil. Tampoco tengo tantas tantas ganas si no ya me hubiera ido como los mojados que arriesgan la vida para salirse de toda esta porquería.
Entre otras cosas: ¡¡¡¡Miiiii aabueeeeela!!!!
Mi abuela es como un bichito simpático. Ella dice que tuvo muchos amantes mientras estuvo casada con mi abuelo. Se divorciaron a los setenta años. Mi abuela sabe cocinar delicioso. Y eso que no cocinó toda su vida. La que cocinaba cuando mi madre vivía con ellos era mi bisabuela. La madre de mi abuelo. Mi abuela, Milena, era periodista cultural del partido comunista con rostro humano, antes del 68, después emigraron a Suiza. Me dijo que una vez entrevistó a Cocteau en su departamento en París. Que viajó a la China de entonces y a Turquía entre otras cosas. Ahora es una cosa arrugada con unas observaciones incisivas de cualquier detalle nimio. Algo un poco desagradable si se vive con ella. No se guarda una sola observación o crítica. Diario se sirve un vasito de vino tinto y le gusta el Bacardí con coca. También le gusta servirse de vez en cuando un daiquirí. Vive sola, está muy sola, se le ve en los ojos. Olvidada por todos. Abandonada con sus pocas fuerzas que le quedan. Es chillona. En cualquier oportunidad se queja de su marido o sus hijas o de quien sea, pero sobre todo de los mencionados. Una descripción sensata que va tornándose a un escandaloso y violento llanto. Tiene pocos amigos. Muchos ya han muerto. Otros no pueden moverse por sí mismos, otros no quieren verla ni muerta, otros pocos igual de solitarios la acompañan de vez en nunca. Mi abuela, una mujer vieja, con una mirada lacrimosa, conmovedora en sus gestos, miradas y ademanes. Diario toma como unos cinco valiums. A lo mejor ya se quiere morir. Duerme entre ocho y diez horas diarias con una siesta de media hora en la tarde. Es maravillosa. Con todo y su carácter pesado. Es más inteligente que mi madre y su hermana juntas. Todavía le gusta leer. Le gusta apapacharme. Me recibe gustosa en su casa. Una vez puso nos puso a Luz y a mí una rola del disco de un cantante alemán que interpreta el polka en ruso, recolecta la música tradicional rusa, y junto con Luz me puse a bailar efusivamente y ella sonreía mientras aplaudía divirtiéndose. Se le iluminó la cara. Sacó algunos grititos apenas audibles. Empezó otra canción, una romántica. Tomé a mi abuela de la cintura para dar algunos pasos con ella sobre el tapete rojo de su sala. Se elevó del piso a punto de querer disolverse hacia la eternidad. Terminó la canción. Ella miró el aparato suplicante para que siga tocando. Se dio cuenta de que terminó, de que todo terminó. Su rostro iluminado oscurecía a la vez que sus ojos regresaban a su estado lacrimoso. Nos miró agradecida, feliz. Alzó los hombros y los brazos dejándolos caer en su cuerpo como si fuera un "estuvo bueno, finalmente mi vida fue buena". Se dejó caer en el sillón. Tomó la revista televisiva, encontró su programa favorito de concursos en la que hay una ruleta y hacen preguntas de cultura general. Quería decirle cualquier cosa pero me calló enérgicamente con el dedo en su boca. No me distraigas, estoy viendo mi programa, me dijo. Luz y yo nos salimos al balcón a fumar un cigarro. Desde la sala se escuchaba Milena decirle al televisor: ¡No, tonta! Claro. Pus, sí, tonta, lo perdiste todo.

Milena, mi abuela. Aquí la caché en su insomnio regresando del baño. Con cinco valiums y todavía tiene insomnio. Increíble.

2 comentarios:

Plaqueta dijo...

Clap clap, súper post. Podrías hacer un blog entero nomás con anécdotas de tu familia. Personajazos.

El Mareo dijo...

No mames, sí, qué bonita historia la de tu abuelita.