viernes, mayo 07, 2010

Fifth... I am... modafokersitos

Antes de cruzar las murallas, mencionaré algunos detalles de mi compaňero de viaje. Bueno, pos, cuando salimos de Tel Aviv, él de plano se durmió, jetón casi todo el camino hasta las murallas. De vez en cuando lo miraba, confieso que sentía repulsión por su cercanía, estaba sentado a lado de mi asiento, hacía calor, no había aire acondicionado, su lado izquierdo siempre llegaba a tocarme por más esfuerzos que hacía por comprimirme hacia la ventana. El antebrazo lo tenía peludo, unos vellos largos que, cuando me llegaban a rozar, me decía, este viaje va a estar medio de la verga. Además parecía valerle madres, estando dormido o despierto, si me tocaba o no, y no sólo eso, sobrepasaba la frontera de su asiento como un niňo o un loco que parece a veces no distinguir algunas fronteras de cercanía y confianza. A mí me daba pena decirle algo al respecto, pensaba que se pondría a llorar, jajaj. Cada vez que estaba a punto de decirle, él me sonreía inocentemente y con una atención muy amable esperaba a lo que le fuera a decir o preguntar, así que luego le decía no, nada, y él, con actitud paternal, sí, dime, no importa, qué ibas a decir. No, que no, nada. Ya como que se medio encabronaba porque no le decía y le tenía que inventar pendejadas como: Jindro (sí, le cambié el nombre, es que no vaya a ser que diga alguna indiscreción), por qué te duermes. Todos los días haces este viaje o qué? (Ahorita estoy en un teclado donde no está el primer signo de interrogación. Pero en cuanto esté en la biblioteca del Instituto Cervantes de Praga, que por cierto se llama Carlos Fuentes, donde puedo usar las compus con teclados en espaňol por una módica suma de doscientos pesos anuales, cambiaré estos detallitos) A lo que, generalmente, se reía y luego decía cosas tan simples como, porque tengo sueňo. Y ya, ahí quedaba la cosa, yo proseguía pegado a la ventana hasta que lo escuchaba roncar otra vez.
Jindřich, que es lo mismo que Jindro, luego platico el porqué de la diferencia, cuando lo conocí, era un tipo que olía mal, tenía el pelo grasosísimo y con un chingo de caspa, le apestaba la boca a dos metros a la redonda, tenía unos pelitos crecidos en la nariz, bastante largos, que funcionaban como sujetadores de las hojuelas de caspa que le nevaba de un pelo mal cortado que le cortaba siempre su mamá. Además, el pobre tenía una nariz grande, larga, hinchada, con venitas rojas y moradas. Lo conocí en casa de la novia de mi abuelo en una comida y mientras él hablaba de cómo preparaba una comida explicando cada detalle sin necesidad alguna de hacerlo yo me decía, bueno, qué pedo con esta banda que dejan existir con tanta normalidad a este energúmeno.
Sentados en el camión, camino a Belén, me di cuenta que el pelo ya no estaba grasoso, o sea, se lo había lavado, no tenía pelos en la nariz, o sea, se los había rasurado o depilado o no sé qué, no apestaba tanto y además, lo que más me conmovió fue que, cuando estaba despierto, se metía cada diez minutos dos Tic tac a la boca. Me pareció raro el cambio, me preguntaba a qué se debía, si antes se notaba que no tenía ni la menor preocupación sobre estos detalles, hasta parecía que vivía en un planeta donde anunciaban en la tele hormonas especiales para que te crezcan hermosos pelitos en la nariz y así te puedas coger a todas tus compaňeras de la universidad. Pensé mucho en la razón del cambio mientras miraba la vida israelita a través de la ventana que parecía a punto de romperse por evitar el contacto con Jindřich.

1 comentario:

serge satriani dijo...

Me recuerda a algunas mascotas que he tenido...
Saludos ruy