lunes, marzo 24, 2008

Escenarios con putería. Fascículo 2 (parte II)

Nos vimos en el departamento de Armando. Nos subimos al auto de Armando. Estábamos su hijo, el de la PGR, mi papá, nuestro anfitrión y yo. Él vivía en la Juárez, en la misma colonia de la putería. No fuimos muy lejos de donde estábamos. Pero recuerdo, que en el camino al centro nocturno, pudimos platicar un poco. Armando, que era simpático y pispireto, nos contó un chiste. "Dos enanos deciden irse de vacaciones a Las Vegas. En el bar del hotel conocen a dos mujeres hermosas y cada uno la lleva a su cuarto." Y putísimas, interrumpió mi padre y se rió entre dientes con movimientos de su cabeza hacia abajo. Armando siguió con el chiste. "El primer enano queda decepcionado porque no consigue que se le pare. Su depresión aumenta cuando escucha gritos desde el otro cuarto: ¡uno, dos, tres... upa! durante toda la noche. En la mañana siguiente, el segundo enano le pregunta al primero. ¿Cómo te fue? El primero le contesta, fue algo muy penoso. Simplemente no pude conseguir que se me pare. El segundo enano se le queda viendo y le dice. ¿Tú crees que eso es penoso? ¡Yo no siquiera pude subirme a la cama!"
Nos reímos todos, alguno por cordialidad y otro con una risa sincera.
Llegamos al centro nocturno, o putero, como se le llama normalmente. Armando le dejó el auto al "valet parking" y luego entramos por una puerta iluminada con luz de neón que apenas nos permitía ver nuestro alrededor. Un tipo trajeado nos recicbió a la entrada. Armando le dijo algo que no pude escuchar y el trajeado llamó por su radio a alguien. Apareció otro hombre vestido de traje, delgado, con lentes, que saludó amistosamente a Armando. Luego nos hizo pasar al interior y nos condujo a una mesa frente al escenario, a la pasarela esta con sus tubos relucientes. Nos sentamos. Vimos el show. Las mujeres eran diferentes a las que se mostraron en el Chac Mol.
Yo miraba el show algo aburrido. El espctáculo no era bueno y las mujeres no mostraban su vagina como lo hizo aquella del Chac Mol. Por lo menos no de la misma manera tan insistente como aquella vez. Pero bueno, me acabé mi cerveza y pedí otra. El contador pagaba. Eso había dicho. El caso es que yo no pagué ni un céntimo.
De pronto vi que Armando le dijo a mi padre algo en el oído. Mi padre se rió y le dijo que no. El otro ignoró su negativa y llamó a una chava que rondaba por ahí, la tomó de la mano y la sentó en las piernas de mi padre. Éste casi se va para atrás de la silla. Se puso nervioso y la quería levantar por la cintura para que se pusiera de pie. El contador le daba palmaditas en la pierna y en la nalga indicándole que no le hiciera caso al señor. Mi padre me miró, lo noté algo avergonzado y de inmediato él mismo se levantó obligando a la mujer a que hiciera lo mismo. Uy, bueno, dijo Armando. Mi padre, con el rostro abochornado, regresó a su asiento.
Oye, pero cómo. Me imagino que no vas a querer ir al privado. Ya compré unas fichas. Dijo el contador. Mi padre, por supuesto, se negó rotundamente. El hijo del otro escuchó ficha y se le encendieron los ojos, se levantó y desapereció tras unas cortinas al fondo. Armando y mi padre me miraron. ¿Qué?, les dije. ¿Le damos a tu hijo la ficha? Pues si él quiere, dijo mi padre.

3 comentarios:

MACARIO dijo...

Me gusta pensar que usted aceptó sin pensarlo dos veces.

Prado dijo...

nos tiene ud. en vilo. e imagínome cientos de situaciones subsecuentes, mas una no me atrevo a elegir. qué será?

Bob dijo...

oh, la verdad me reí y cabrón.

¿y luego?