domingo, julio 01, 2007

¿Se imaginan una casita en las faldas de las montañas del ajusco?

Me conseguí una chambita. Empecé el jueves. No es todos los días. Nomás algunos días al mes. Se trata de ayudarle a un señor a cocinar. La cocina se hace en el set de fotografía que se vaya a dar. El famoso catering. El jueves fue a quince minutos de la frontera entre Tlalpan y Morelos. Por la carretera libre a Cuernavaca. En el minuto quince nos desviamos a otra carretera. Cientos de metros después, nos desviamos por otro camino, uno de terracería. Llegamos a un paraje rodeado de cerros boscosos o montañas pequeñas. Le tomaron fotos a una modelo en calzones y brasier mientras una máquina de viento simulaba un vendabal terrible que la había dejado en paños menores. La ropa colgaba de unos hilos transparentes cerca de ella. El señor cocinero al que le ayudo es un pintor que habla de energías y plantas y vive en el campo. Es portugués y muy distraído. Alivianado también. Hicimos tabule y falafel. Los técnicos odiaron la comida. Una mujer es la dueña de toda la organización: una productora. Ella es de los iunaites. Me cayó bien. Ayuda a cargar cajas o a barrer o a lo que sea. Ella tiene a toda la gente consigo, es lista, no contrata todo por separado y se ahorra una lana. La gente dice que siempre se ve espléndida con los pagos. Paga bien. Pero sobretodo es amable y comprensiva.

En medio de todo ello, Luis, el cocinero pintor, me platicó sobre una tradición única en el mundo. ¿Cuál? Se llevaba a cabo en un pueblo mexicano. ¿Cuál? En Juchitán, Oaxaca. ¿Cuál? Consiste en que el hijo menor de cada familia se queda con sus padres hasta que se mueren. No debe casarse y además debe vestirse de mujer. Y alrededor de esa tradición, continuó, se encuentran mujeres gordas, enormes, parecen tinacos andantes. Son fuertísimas y ellas controlan todo en el pueblo; o sea, es un matriarcado. Y que cuando él fue a Juchitán vio a esos hombres pasearse y contonearse entre los bucles de su cabello por el parque de la plaza. Diciendo esto se rió, yo también me reí, y riéndose me dijo que le senrieron muy coquetas, pero -ya serio-, dijo, eran hombres. Me reí de nuevo y, luego -mirándome con los ojos muy abirtos-, él se rió también.

Una cosita: los cuáles no los dije, sólo los pensé.

4 comentarios:

lx dijo...

Nunca había escuchado esa tradición, pero pobres muchachos, todavía q no se pueden casar,encima vestirse de mujer.-

LUZ ENCO dijo...

Es una bendición que nazcan en las familias, les asignan bordados muxes muy especiales. Son homosexuales queridos y muy aceptados.

Darth Chelerious dijo...

yo-quiero-tabule

Lucho dijo...

Congratulation for you job.

Ruy o terndre que decir Ruy-a