viernes, abril 14, 2006

De maravilla

Hoy me levanté con mi cuerpo sacando como un kilo de gargajo. Me siento asqueado. Fumar me hace mal, pero lo sigo haciendo. Mi cuerpo repudia cada vez más el cigarro mientras que yo insisto en meterme uno a la boca, encenderlo, dar una chupada profunda y sentirme de maravilla. Sí, de maravilla. Me gusta aunque a mi cuerpo le duela. ¿Dónde puedo encontrar esa misma voluntad para fumar pero al revés? La destrucción es igual de difícil de hacer que la construcción, ¿o no? Tratándose del ser humano creo que sí. Siento que debo aplicar el mismo esfuerzo en arruinar mi vida que en elevarla hacia el perfeccionamiento de los dones, gracias y talentos que uno siempre tiene. Esa energía que utilizo para girar alrededor del cigarro podría aplicarla en otras cosas.
La autodecepción me toca a la puerta. Llega cuando nadie a mi alrededor se da cuenta si no hasta que ya es notorio el resultado de mi autodecepción, autocastigo, mi actitud autodestructiva. Siendo más o menos honesto conmigo mismo veo, me doy cuenta de mis estupideces, mis debilidades, mis mediocreces, mis fracasos, o, de algo más cabrón: de estar viendo venir el tren e insistir en caminar por la vía en dirección al tren. Ahí es cuando sólo le abrimos la puerta a la autodecepción, la cierro de inmediato sin siquiera asomarme para ver si no hay nadie más. A lo mejor a lado o atrás de la autodecepción venía alguna otra emoción o lo que sea que me ayude a no permitirle el dominio de mi voluntad y además buscar la forma de salirme de las vías del tren o algo todavía más impresionante y más verga que eso; está complicado.
Observo que muchas veces uno no cuenta consigo mismo.
Así me siento hoy.