Ruy no resistió en acariciar a su perro. Leía, como de costumbre, algún buen libro, como de costumbre, a la mesa, como de costumbre, y de repente asomaba Oko, su perro, la cabeza por debajo de la mesa entre sus muslos. La mirada tierna debajo de las orejas hacia atrás pedía atención tan culeramente que Ruy no resistió y dejó su lectura, su literatura.
miércoles, mayo 02, 2007
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1 comentario:
le hubieras dado un patadón para que dejara de estar chingando.
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