Estas últimas semanas he estado muy ocupado y no ha sido exactamente metiéndome el dedo en el culo; he estado chambeando, sí, laborando, despertándome a las seis de la mañana para salir sin demora por la puerta metálica de mi casa, caminar varias cuadras, tomar dos micros, llegar a una calle todavía sin luz del sol, llena por una fila de autos que van a dejar a mucha gente de todas las edades a varias escuelas de por ahí, camino por esta calle y llego a una cafetería sin personalidad alguna. Ahí trabajo. Saludo a Silvia, la madrina de pepe(uno de mis dos socios y dueño de la cafetería), una señora medio zafada pero todavía simpática, y a Lucero, una chavita gorda que no deja de ver qué come. Camino por la cafetería sin vida, que tiene en el centro de cada mesa una rosa de plástico, las paredes de color mamey y el piso más de señora que pudiera existir en cualquier lugar, no sólo en una cafetería, para abrir una puerta que me lleva a la cochera de la casa donde vive Pepe. Paso un pequeño jardín y llego a la cocina de la casa por la puerta de servicio doméstico que no hay. Ya dentro de la cocina comienza mi tarea de cocinar y que dura hasta las dos o cuatro de la tarde.
Convivo casi toda la mañana con la abuelita de la casa. Una señora que me agrada. Una vez fuimos al tianguis de por ahí para comprar pollo. Pedimos dos kilos y la abuelita exigió unas patitas de pilón. El pollero tomó las primeras que tenía a la mano. Pero ponme unas patitas que no estén rotas porque me da coraje. Le dijo la abue y él se detuvo incómodo y buscó hasta en las cajas de abajo de su mesa unas patitas no abusadas del maltrato del hombre. Me reí y ella también. Nos llevamos bien. Me trata como a uno de sus nietos, bueno, al principio era brusca conmigo hasta que nos peleamos porque me acusó de que en el refri apestaba a podrido por una olla de dol que tenía ahí desde hacía una semana y media. Le expliqué que no era eso, que la col estaba cocinada en vinagre, que era imposible aquello y además le di a oler el aroma y no la peste de la olla, pero ella insistió e insistió. Tuve que vaciar el refri y buscar la causa: un paquete de jamón con hongos, unas cebollitas cambray totalmente podridas y espinaca en la misma situación, cosas que eran de la casa y no mías. Desde entonces me trata como a un nieto. Arrepentida ya hasta me prepara un vaso de jugo de mandarina o de naranja, me prepara de desayunar y toda la cosa; me cuenta de las desgracias de sus amigas, de su familia, junto con chistes y gracias.
Mi perro está llorando abajo de la silla donde estoy sentado en un café internet. Sigo la anécdota en otra sentada. Me da pena que la gente de aquí piense que me vale madres que mi perro llore.
miércoles, enero 31, 2007
Sin personalidad, pero con desayuno de la abuela
Publicadas por Ruy Guka a la/s 6:46 p.m.
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4 comentarios:
dale una patada pa que se calle (al perro, no a la abuela)
¡¡Oko chillón!!
tienes que operarle las cuerdas ocales al perro.
ash, me dejé llevar, me cae que esto de la comentada es lo que es un arte, no postear.
¿Cuánto te pagan?
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