jueves, junio 24, 2010

Twelfth part of I am a turist in Israel, my dears...

Chale, ayer tampoco escribí nada, es que qué hueva. Además pinche Aguirre que mete al derrotista Franco que contagió a los demás con su derrotismo, y luego a Cuauh que pos ya está muy viejito y dicen que lo han visto fumar tabaco en algún pinchi antro naco fresa al que seguramente iría a tomarse sus dos chelas y a ligar viejas con el culo levantado como putitas vulgares de burdel para niú richs, y que cómo abunda este prototipo de mujer en Praga, que no me chinguen, el metro de Praga parece un pinchi antro naco fresa o un pinchi burdel con putitas vulgares para clientes niú richs. Praga ya me está aburriendo, es una capital de casi dos millones de habitantes con puro pinche provincianote donde se ofenden si no les hablas de usted, jajaj, o alzan la nariz en signo reprobatorio si dices una aparente inmoralidad que no tiene nada que ver con la moralidad o cuando alguien dice groserías como parte del lenguaje común, normal y natural de la gente. Y luego con eso de que muy cultural y la chingada, ni tanto, o, más bien, como cualquier otra ciudad del mundo, sólo que aquí es más una onda culturalosa como la del papá clasemediero que se quiere ver medio culturaloso y tiene sus discos de Debussy o de Verdi o de Bach y sus libritos bobos y sus pinturitas naises. Luego en el metro se ve mucha gente leyendo libros sin dibujitos, pero son puro pinche best seller, cabrón, pero cabrón, y madres muy cabronas. No sé, creo que más bien soy yo que me estoy volviendo el clásico pendejo que sólo quiere ver lo malo de su alrededor para sentirse chingón o especial. No, hombre, pero pérense, porque luego están los mexicanos que me encuentro por aquí que son bien buena onda y con los que se siente una especie de unidad patriótica y se valoran muchas cosas de México, pero que si me pongo de honesto amargado, son puro pinche provinciano mexicano con pretenciones de ser quien sabe que cagada chapada en oro. Pero chingón también, trato de llevarme con una banda checa bien chida y amena y con una banda mexicana bien chida y amena. Bueno, ya. Estoy de bipolar esquizoide entre lo que me gusta y lo que no me gusta.

De regreso a Israel, después de descansar frente a las camionetas policiacas, paseamos por la Jerusalén vieja y restaurada del barrio judío que, la verdad, no es por proselitismo o mamadas como esas, yo fui un simple e ignorante turista, estaba arreglado de una manera muy agradable y acogedora donde además vimos rescates arqueológicos de la Jerusalén bizantina o de la de Herodes o quizá hasta la de una época más vieja. Visitamos la tumba del rey David, una iglesia donde se resguarda la tumba de la mamá de María o algo así recuerdo, frente a la tumba de David, vimos también un poco del barrio armenio y al final del día regresamos a Belén, a una triste ciudad palestina donde se escucha a los palestinos hacer frenones y arranconcitos con sus autos igualito a como se puede ver y escuchar en Coapa o en Satélite o en Colina del Sur o en Aragón. Pero cómo hay nacos en todo el planeta. Si se vendiera salsa Valentina en todo el planeta, habría una bandera mundial que tendría en medio un frasco de un anaranjado valentino, y eso que a mí me gusta comer mis palomas con Valentina en el cine.

En Belén, por más nacos y sucios que sean, la gente estaba triste y desanimada, imagínense que un día no se puede ir a trabajar o no se puede regresar a casa porque pasó algo, no se sabe bien qué, y cerraron las puertas metálicas y altas por las que se necesita pasar para hacer una vida cotidiana, y luego, por lo mismo, tener pedos en la chamba porque se falta o porque se llega tarde, un desmadre muy desagradable. Se nota también enojo y fastidio, pero más tristeza, desilusión y desesperanza entre la población palestina, y eso que visité Belén y Jericó donde no está tan pesado como en la franja de Gaza. Cuando dejamos el hotel de Belén, el dueňo del hotel y el dueňo de la agencia de autobuses y el chofer que nos condujo a todas partes se despidieron de nosotros en el comedor y nos agradecieron profundamente que hayamos pagado sus servicios y así ayudado un poco a la economía de Belén y de los palestinos, hasta organizaron un brindis con vino belenense. A Jindřich, mientras tanto, parecía que le daba completamente lo mismo lo que pasaba a su alrededor y alzó su vaso de jugo de naranja imitando a los demás y ya, y luego se sentó y platicó con un seňor que también coleccionaba aviones a control remoto como el propio Jindřich y que resultó que se conocían y que se conocieron en un evento de aviones a control remoto hacía varios aňos.

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