sábado, diciembre 12, 2009

Al final de mis veinte. Parte IX

Llegué al Le bisné a las ocho de la maňana. Era un martes de principios de julio cuando subí la reja café y encendí el switch para prender las compus. Pasé por el primer cuadro donde estaban las cinco máquinas dispuestas al cliente y me senté en el escritorio frente a la ebook en el segundo cuadro, donde también tomábamos las fotos oficiales. No había puerta de vidrio ni nada que dividiera el negocio de la banqueta, daba un paso y estaba junto a una de las compus en renta, daba otro paso y chocaba con alguien que caminara rápido por la banqueta. A dos metros de esta división inexistente estaba sentado en el escritorio. A las ocho y media entró un cliente que se sentó frente a una de las máquinas. A las ocho cuarenta entró otro cliente y preguntó por unas fotos y por otras fotos y se confundía en las medidas de las fotos que quería, un poco raro el tipo, para que luego dijera que regresaría al rato a sacarse unas pasaporte. Me puse contento, eran las ocho cuarenta y ya empezaba el movimiento. Semanas antes se abría más tarde, pero como estábamos cortos de varo le dije a Luz que abriéramos más temprano, a las nueve, va, dijo, luego empecé a abrir a las ocho, ocho y media, todavía una semana antes de aquella maňana. A las nueve y diez regresó el tipo que había preguntado por las fotos pasaporte y le sonreí. Él me vio un poco sorprendido y casi casi me indicó con la cabeza para que viera abajo, bajé la mirada y a la altura de su estómago sostenía una pistola, y la movió unas tres veces indicándome que me hiciera para atrás. No lo podía creer, cerré los ojos pensando que cuando los abriría no tendría ninguna pistola y me sonreiría y me diría que quería las pasaporte, pero no, mantenía el arma y noté que se empezaba a inquietar un poco, todavía imaginé a cuarenta y ocho por segundo cómo me levanté y le agarré la mano con la que sostenía la pistola y traté de liquidarlo, pero él se me adelantó y me apuntó el muslo, me dijo que no fuera pendejo, que me metería una bala en la pierna y que me fuera para atrás. Visualizé a detalle la bala dentro y con sangre en mi pantalón, así que me levanté resignado e hice lo que me indicó. Atrasito había una bodega y me dijo que me metiera ahí y que no hiciera ruido ni que me asomara. Escuché y vi de reojo a otros dos tipos que no había visto y pensé en que qué bueno que no hice nada, los otros dos estaban en la banqueta, junto a la entrada echando aguas y me hubieran dado una madriza de aquellas con las costillas rotas y la cabeza descalabrada o di plein me hubieran matado los hijos de su pendeja madre. Al cliente que había entrado en un principio lo metieron también a la bodeguita y le quitaron la cartera, el reloj y su celular. Los asaltantes tiraron todo, buscaban dinero, pero sólo había unas monedas para dar cambio, me gritaron que dónde estaba el dinero y les dije que era muy temprano y que no había entrado nada. Quisieron llevarse la ebook que estaba con un candado largo tipo de los que hay en las tiendas de computación y no la pudieron sacar. Me gritaron que dónde estaba la pinche llave, les dije que la tenía la dueňa, hice énfasis en "la dueňa" para darle credibilidad a lo que les decía. Yo tenía la llave. Ay, sí, qué chingón soy. Bueno, y entonces arrancaron una tabla del escritorio para llevarse la compu con todo y el candado, y una tabla como de medio de metro de largo y treinta centímetros de ancho. También se llevaron la cámara con la que tomábamos las fotos. Quisieron llevarse mi cartera y mi celular, pero por suerte siempre que llegaba lo metía en un cajón de una cajonera que, por cierto, los pendejos no revisaron. Creo que estaban nerviosos, se veían muy pendejos, como piedrozos tarados, pero con un arma y con ganas de chingar, y sí que me chingaron, nos chingaron, la vida, el bisne. Luego ya se fueron corriendo y caminando según la seňora de la tienda de abarrotes de a lado, caminando, es el colmo. Se supone que estos criminales pendejos eran nuestros vecinos, de la misma Roma sur o de la Doctores que estaba a una cuadra del bisne Le bisné. Esto fue el colmo de las razones por las cuales me fui a San Cristóbal de las Casas.

3 comentarios:

Darth Chelerious dijo...

hijos de puta. deberían ahorcarlos a los bastardos.

MACARIO dijo...

Verga! Yo no tenía idea de ese suceso, lamentablemente consideraba irreal de que le bisné haya permanecido abierto por tanto tiempo sin jamás haber sido asaltado. Menos mal que ud. narra tan bien un suceso tan mierdero, sigo al tanto de vuestra historia.

Joaquin dijo...

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