domingo, agosto 30, 2009

Enchueco chueco

Lo que tengo en este momento es herpes Zoster y tengo paralizada la mitad de la cara. No me obedecen los músculos de la mitad derecha de mi boca y mi párpado derecho. Sucede que ahora que estoy en sancris me pasa de todo. Creo que sufro algún tipo de limpieza y desahogo emocional. Estoy un poco mejor en este quinto día con el virus, pero todavía se me nota la cara de monstruillo que tuve al principio. Está raro, bueno, primero que nada, mi enfermedad nueva es un virus almacenado en mi cuerpo, aparentemente, desde que me dio varicela de niño, y segundo, es incómoda la parálisis porque siento que la gente me ve raro, aunque ni note lo de mi cara. Como solo, evito que alguien me vea mientras mastico la comida, porque se me caen algunos pedacitos de la boca por no controlar perfectamente mis labios y mi cachete. Cuando hablo, a veces me pasa que al pronunciar una "p" más bien lo hago como si dijera una "f". Y lo más feo es que, cuando sonrío abiertamente, mi boca se ve chueca porque sólo sonríe la mitad de ella, ya me dijeron que me parezco Anthony Hopkins en Hannibal o algo así. Parece que haré varios posts autobiográficos por todo lo que me pasa, además de ahorrarme la ficción para trabajarla con un mayor detenimiento, por ahora, es que no me sale con tanta facilidad como antes.

lunes, agosto 24, 2009

Cuidado, perro embarrado

Advertencia: este post puede causar reacciones de asco.

Nunca antes en ningún lugar me había dado tanta diarrea como en sancris. Ya se me está quitando, pero hoy sucedió que, a pesar de la repentina cercanía con los retretes y de olvidar la sensación de un objeto sólido al defecar, mi perro Oko culminó el evento. Fuimos a caminar Oko y yo por el campo para que hiciera algo de ejercicio, más él que yo, y para que viera el paisaje, más yo que él, y nos detuvimos en una pequeña pradera rodeada de pinos y arbustos. Miré el cielo y los árboles, sentí el agradable aire de montaña y descubrí agradablemente cómo Oko se embarraba en el pasto feliz. Se dio la media vuelta, de espaldas al planeta tierra y de patas al espacio ciberal, y le vi una mancha café en la espalda y el torso. Me dije, ah, qué chingón, está mojado el pasto y se está embarrando un poco de lodo, qué rico. Siguió con el embarrado, parte de su cabeza y en el otro costado cuando me llegó un fuerte olor a mierda. Chale, me dije, pero bueno, ha de ser caca de vaca, bien sabrosa. Es que siempre me ha gustado el olor de caca de vaca y más la de caballo, pero recordé que no hay vacas en la zona, cosa que me ayudó a reconocer más bien el olor a mierda humana, y con diarrea. ¡Puta, que asco! Le grité a Oko, qué pinche asco, ya se me acercó un poco y apestaba como su puta madre de mal, horrible, asqueroso. Lo arreé hasta la casa y el pendejo pensó que estaba jugando y se me acercaba con intenciones de embarrarse en mis piernas o de saltarme encima y ¡guácala! Qué asco, lo alejaba a gritos e insultos, pinche Oko, pero sin hacerlo sentir mal porque él no se daba cuenta de la situación, no era su culpa, además estaba feliz con la mierda embarrada en todo su cuerpo. Qué asco.
Ya en la casa, Luz me ayudó a quitarle la mierda con el agua de una manguera y se la quitamos de encima, pero ahora estoy en un café internet en el centro de sancris y todos se miran los unos a los otros tratando de buscar de dónde viene ese olor a mierda enferma que se siente en el ambiente, a pesar de que me lavé con cloro y con dos jabones distintos.

martes, agosto 18, 2009

Post autobiográfico

Llegué a sancris hace una semana y anoche descubrí un lugar increíble y formidable para pasar un rato relajado y tranquilo. Se trata de un lugar que es casa de té, restaurante y cine. Se llama Kinoki y tiene todo el tipo rebelde propia de la zona zapatista y con mucha pero mucha onda. Llegamos Luz y yo al lugar y compramos dos boletos para ver "Vida acuática". Además la película se presta para el lugar excelentemente bien, qué peliculón, no la había visto y me pareció divertidísima, además de parecerme una especie de adaptación de Moby Dick de Melville. Pero con Bill Murray y Cate Blanchett. Bueno, llegamos y compramos los boletos. Luego Luz se fue al baño y miré el menú de la comida. Leí puras cosas antojadisísimas. Luz regresó y le pregunté si quería compartir un arroz mezclado con pollito, cebollín y parmesano. ¡Sí! Dijo. También pedí un agua de mango con coco. Pregunté si nos podían dividir el arroz en dos platos. Sí, dijo el chavo que me atendió. Pregunté que si lo podríamos comer en el cine y que si nos lo pudiera llevar. Sí, dijo el chavo. Entré a la sala y, no me lo van a creer, me encontré con seis sillas reclinables con pieceras donde uno podía acostarse a ver la película. Al costado derecho, dos sillones individuales con su mesita cada uno. Atrás de las sillas reclinables un sofá para tres personas muy cómodo. Atrás del sofá, otro sofá del mismo tamaño e igual de cómodo. Luego había un tapanco al que se subía por una escalera de madera y donde había un espacio con otro sofá y otro espacio con un sillón. Increíble. Me recosté en una de las sillas reclinables y Luz también. Empezó a proyectarse la película sobre una panatalla bastante grande y cómoda para la vista. Trajeron el arroz que estaba delicioso y el agua que lo estaba más.
Se me olvidó añadir que cuando entramos al lugar, en el restaurante estaban puros parroquianos de todo tipo, pero todos manifestando con su atuendo algún tipo de rebeldía: elementos punk, reggae, electro, jipi junky, el intelectual dinámico y con onda, el artista joven, muy joven y harto del mundo, individuos ordinarios con onda. Algunos extranjeros y otros no.
Si vienieran a San Cristóbal de las Casas, les recomiendo mucho este lugar llamado Kinoki y que está en la esquina de 5 de mayo y 1 de marzo.

martes, agosto 11, 2009

Quinqué azul

Sí, era de un vidrio soplado azul, se le prendía el fuego en la mecha mojada de gasolina. La luz salía como un verde suave y agradable por la combinación de la flama amarilla y el vidrio azul. Colgaba de un cordón que a su vez éste colgaba de un clavo clavado en una viga de madera que cruzaba la altura del cuarto. Así empezaba la iluminación, al centro del cuarto y al aire, desde una concavidad azul transparente, cuando una mariposa nocturna, pequeña y blanca revoloteaba alredededor del envase hasta que entró por el orificio, fue atraída por una fuerza gravitacional y fue achichorranada por la flama del quinqué azul.