viernes, junio 30, 2006

El resultado de una suma triste

felipe calderón + tv azteca + televisa + opus dei + población ignorante y vulgar + mayoría priísta en el senado y en la diputaduría = un Ruy muy triste y en una continua e ininterrumpida decepción por la gente de mi país, o sea, por méxico. O quizá pueda ser un = un Ruy autoexiliado. O un = un Ruy suicidado. O un = un Ruy enojado que llevará a cabo un entrenamiento para ser un asesino perfecto, enamorame de una niña de, creo que de unos diez años, cuidar una plantita y matar a todos esos hijueputas sin que nadie lo descubra. O un = un Ruy simulando resignación por conveniencia y aprovechar lo que pueda aprovechar de la situación.

miércoles, junio 21, 2006

¡Ah, jijos!

Me comí un ácido un veinticinco de diciembre en la mañana. Y la noche anterior la pasamos en un pueblo en las lejanías del df. Se llamaba algo de coco. Dos amigos, una californiana y yo la pasamos ahí porque había conocido a un grupo de universitarios gringos de Michigan por medio de la escuela a la que me inscribí hace cinco años.
Había ido de excursión a Teotihuacan, lo organizó una maestra de inglés para que pudiéramos practicar nuestro pésimo inglés con esa banda de Michigan. Había visto a una mujercita bonita y con un culo precioso. No le hice mucho caso porque ella no me lo hizo para nada. Así que me mantuve en el bar del hotel de la zona con un güey con el que casi no platiqué. Al final del programa excursionista los michiguineses nos invitaron a pasar con ellos el veinticuatro en aquel pueblo del que no recuerdo su nombre. Prometí o amenacé que iría junto con la música y la droga. Sí, sí. Me dijeron.
Llegamos al pueblo en el auto de Omar, el avispón, uno viejo y verde, con todo el equipo de Mario, que lo usaba para trabajar como dj. Mario llevaba consigo a una californiana que le hacía jetas a los universitarios de Michigan. Omar llevó los ácidos y la mota. Ahí había alcohol y mujeres.
Sonaba maravilloso, pero precisamente esas gringuitas universitarias no eran de la onda sexual y alcohólica como las que salen en la televisión por cable. Una lástima. Hubo un grupo de rock y la música puesta de Mario. Casi no nos pelaron. Mario estaba ácido, bebiendo de una botella de vino y cotorreando con unos chavos del pueblo y el dueño de la casa mientras manejaba el armatoste. Omar bailaba y se mantenía cerca de la californiana que se supone acompañaba a Mario. Yo me ponía cada vez más borracho persiguiendo a las gringuitas que no me pelaban. Aunque debo decir que la que me había gustado en la excursión, la bonita con el culo precioso, creo que le llamé la atención porque en algún momento se sentó conmigo a platicar. No pude mantener una plática decente: balbuceaba un inglés horrible y ella no sabía español. Nice to meet you. Good night. Me dijo. Sí, que duermas bien. Creo que le respondí. Me puse triste, duré un rato despierto y luego me metí en mi bolsa de dormir. Ni modo.
Nos alistamos para irnos como a las ocho de la mañana. Mario estaba tirado en la banqueta de enfrente de la casa moviendo los brazos hacia arriba y riendo solo. Omar y yo nos comimos un ácido cada uno. La californiana creo que no se metió nada. Con todas las cosas en el avispón nos fuimos a tres ríos.
Nos metimos al bosque y nos tiramos al piso. Hubo todavía medio ácido para cada quien. Reímos. La luz me parecía más agradable de lo normal. Es más, la luz y los colores que me dejaba ver en las plantas me parecía hermoso. La chava se mantuvo metida en su bolsa de dormir, una bien chingona, ligera, delgada y que se guardaba en una bolsa del tamaño de un calcetín; calentaba excelentemente bien; estaba tapada por completo.
Así estábamos hasta que ella salió de su guarida friqueándonos, tenía la piel de color verde. Dijo que nos vayamos. Chale, le dijimos. Se veía muy mal, así que salimos del bosque y nos metimos en un puesto a comer sopa de hongos. Buenísima. Ella iba recuperando su color.
Salimos a la carretera escuchando al señor coconut a todo volumen yendo por el carril de alta a cincuenta kilómetros por hora. Un señor pasó junto a nosotros gritándonos cosas. Fue bello observar ácidamente la carretera mientras el sol se disponía con lentitud a esconderse, la música y todos callados. Llegamos a casa de Mario que vivía en la San Rafael. Las calles estaban desiertas. Bebimos otro rato. Nos quejamos de las gringuitas o más bien yo fui el que me quejé, frustrado.
Cayó la noche y me fui al cine. Llegué al Cinemark del CNA. ¿De la San Rafael al CNA? Sí, es que ahí hay un jardín enorme en el que se puede darse uno unos toques tranquilamente. Lo hice. Entré al edificio todavía con influencia del ácido, los párpados levantados sobradamente. La gente me miraba o eso creí. Pude verme en mi reflejo frente a una puerta de cristal y me di cuenta de que tenía ramitas en el pelo, tenía manchas de tierra en la cara, en la ropa y la parte baja de mis pantalones estaba sucísima, de color verde y café. Uta, con razón, pensé. Y ya sabiendo el porqué de las miradas sonreía y levantaba las cejas. Incluso recuerdo que una señora hasta levantó a su hijita para alejarla de mi cercanía.
Entré a ver "Lucía y el sexo" y chale, me dieron ganas de irme a Madrid. Había muchas señoras dentro de la sala llena. Cuando se dejó ver la erección del pene enorme del buzo que se encuentra Lucía en el lodo, una señora, atrasito de mí, dijo en voz alta "¡ah, jijos!" y toda la sala se rió.

jueves, junio 15, 2006

De compras

Salí de compras a dos mercados y en los dos me quisieron ¡¡tranzaar!! ¡¡Puta madre!! Carajo. Y, considerando un lado bonito, en los dos había dos viejitas que daban un precio honrado por sus verduras.
Uno de los hijos de la chingada me quiso dar a 26 pesos la espinaca y a 80 pesos la berenjena, seguramente ustedes no tienen ni idea de cuánto cuestan estas dos verduras, cosa que me vale verga, pero me las querían vender, una, al doble de lo que cuesta, y la segunada cuatro veces más. Estuvo demasiado cínico el asunto o me vieron una cara de pendejo bien cabrona. Ja ja ja. Pero, eso sí, después de comprarle las verduras a la viejita, regresé con el hijo de la chingada, le toqué el hombro con mi dedo índice, él giró la cabeza para verme, yo agachándome y acercándome a sus ojos le dije que era un ladrón, que me quería vender demasiado caro sus verduras, que que cabrón, que que tranza. Él es el dueño, me dijo señalándome a un analfabeto mierdero más alto y joven que el primer pendejete. Ah, dije. Que pinche tranzas. ¿No les da pena? ¡Tranzas! Volví a decir, ahora a los dos. En eso pasó el carnicero de enfrente del verdulero junto a mí, por el pasillo, creo que trapeaba, y me dio un leve codazo. Salió el otro carnicero para hacer como que trapeaba y me fui mirándolos feo a los cuatro. Hijos de su reputamadre¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Los odio, ojalá y se mueran. Me cagan la madre. Hijos de la chingada¡¡¡¡¡¡¡
Luego, algún chairo pendejo o algún ignorante "poser" que defienda causas nobles de manera ingenua me podría decir que esa gente no tiene varo ni educación y que está jodida. Que los verdaderos tranzas son los de arriba. Ay, estos hijos de la rechingada madre que me quisieron tranzar son hijos, primos, abuelos, nietos, lejanos o cercanos o eran sus vecinos de los que están arriba y son igual (a lo mejor ya no de la misma manera) de ignorantes, guarros, mierderos, analfabetos, tranzas, hijos de su rechingada madre. Digo, los tranzas, y a lo mejor no todos los tranzas que tienen poder y dinero no pertencen exactamante a esa calaña. Pero me doy a entender ¿no?
Puta madre.
Que bueno que existe el blogger para desquitar mi furia por aquí. No me quisiera ver organizando un grupo que se dedique a aniquilar a esta gente de mierda o aniquilándolos por mi cuenta.

viernes, junio 09, 2006

Cola loka reestructuradora

Hace tiempo una amiga me platicó que de niña tenía las orejas chuecas, mirando hacia el frente. ¿Y cómo es que las tienes normales? Le pregunté. Ah, es que mi mamá me ponía cola loka atrás de las orejas. Se pegaban a la cabeza, hasta que el cartílago obtuvo la forma que queríamos. Y una vez fui a una boda con mis papás teniendo el pegamento en las orejas para verme bien bonita y se me desprendió una. Ja ja ja ja. Me reí. ¿Y qué pasó? Me desprendí la otra también. Ja ja ja. Me volví a reír, junto con ella. Era una chava simpática y bonita.