sábado, julio 23, 2011

Desde mi nuevo depa

Uf, ahora sí que hace mucho tiempo no escribo ni una línea en este blogsito.
Ahora vivo en otro departamento en un edificio viejo que no está restaurado en absoluto y eso lo hace parecer todavía más antiguo. Lo bueno es que pago menos de renta y mi cuarto es mucho más grande que el anterior, además de tener dos rumis chicas, una italiana bien agradable y una checa igualmente agradable. El otro día llegué con una amiga que se quedó a dormir conmigo y cuando pasé por el pasillo que lleva a todos los cuartos, los de ellas estaban abiertos, saludé a mis rumis, mi amiga también saludó y yo me sentí en verdad como todo un gallo porque ellas sabían a qué venía mi amiga y yo sentía que ellas sentían eso.
Me siento bien con mis rumis nuevas, a veces salgo y las veo en chortitos o en falditas o en camisones cortos caminar por el depa e incluso agacharse para tomar algo en el fondo del refri o para levantar algo del piso. Son vistas que antes, en el depa anterior donde vivía, no tenía. Bueno, en el depa anterior, con mucha suerte, disfrutaba de otra vista, a las ventanas de un hotel donde se podía ver salir a una mujer joven del baño con una toalla y cambiarse casi frente a la ventana sin timidez alguna.
Pero me gustaría no pensar tanto en mujeres y concentrarme más en la literatura. Medito sobre ello, en serio. Pongo en la balanza el peso de mi interés por las mujeres, tengo treinta y dos años, me queda poco tiempo con mis sobras de la juventud, así que concluyo que está bien aprovechar este tiempo en ello, pero por otro lado pienso, tengo treinta y dos años y me queda poco tiempo para escribir otras cosas siendo todavía joven, además de publicarlo, mostrarlo y que se lea. Así estoy casi todos los días entre esta balanza donde las dos partes pesan mucho e igual, a veces una más que la otra, incluso cuando camino me voy de un lado y luego del otro cuando compiten estas dos preocupaciones por su grado de importancia durante mi caminata por la banqueta hacia mi trabajo a Las Adelitas.
Frente a mi cuarto hay un departamento donde creía que había muerto alguien hasta que anoche cuando llegué a las tres de la mañana vi que estaban encendidas las lámparas de cada uno de sus cuartos. Antes parecía muy tétrico, las cortinas viejas a punto de deshacerse en polvo, las ventanas opacas, cajas y botellas de plástico abandonadas durante tres semanas, y plantas cada vez más amarillas y cafés. Anoche, con las luces encendidas, ya no se veía tan tétrico, las lásmparas eran blancas y bonitas, hubo algún movimiento en el cuadro de las cajas y botellas de plástico vacías. Hoy en la mañana, las plantas se veían rehidratadas, se levantaron dos centímetros de su joroba por el abandono, pero anoche no vi a nadie que caminara entre los cuartos llenos de luz. Seguramente pronto veré a alguien en cualquier momento. Ah, ¡ya!, vi a alguien, sí, una mujer de unos treinta y tantos años, guapa y melancólica. Híjole, me acaba de ver y se escondió en el fondo del departamento.