jueves, octubre 06, 2011

Lluvia y frío

Mañana empieza el frío de otoño en Praga, lo viviré otra vez, y en mi cuarto no hay ningún lugar de dónde colgarse.

Me invitaron a ir mañana a la facultad de filosofía de la universidad de Plzen, la siguiente ciudad más grande en la República Checa y que está a una hora de Praga. Ahí hablaremos de literatura en general y de la experiencia de ser escritor, sobre todo de escribir en castellano viviendo aquí donde se habla en checo. No sé ni para qué voy, ahora más bien soy un pinche mesero y estoy muy lejos de ser un escritor, simplemente porque no escribo.

Este lunes que pasó, hace tres días, comenzó a dolerme el tendón cerca del tobillo derecho, al día siguiente era muy fuerte el dolor y no podía pisar. Fui a ver a una médica general que pensó de inmediato que se debía a la gota, luego me vio su marido, un reumatólogo que por suerte tenía su consultorio junto al de la médica. El doc rechazó la posibilidad de ser gota, pero tampoco supo lo que era. Me mandó a un laboratorio donde me tomaron varias muestras de sangre y una muestra de orina para que él pudiera analizar la situación. Al día siguiente le llegaron los resultados a su consultorio, me dijo que no sabía a qué se debía la inflamación y que me mandaría con otro especialista. Sólo me dijo que el ácido úrico estaba bien y quizá sea una infección. A ver en qué acaba esto.

Mucha gente dice que Praga es inspiradora, pero yo no la encuentro como tal, la verdad es que cualquier lugar es inspirador, a uno le sale eso, no es la ciudad o el entorno lo que lo inspira a uno. Aunque haya terminado Beto Águila en Praga, no creo que eso signifique algo. Cuando veo Praga, veo una ciudad que sobrevivió el pasar del tiempo, una ciudad que muestra a una sociedad de otra época. Ahora sólo veo a una sociedad que cuida con apatía y aburrición de un museo al aire libre, inspiradorsísimo, ¿no?

Justo terminé de escribir esto y pude ver por la ventana que al enorme museo se le sacudieron las ventanas, las hojas de sus árboles, la poca basura en sus calles voló violentamente, para luego cubrirse con una lluvia repentina y fría.

lunes, agosto 22, 2011

Desde mi cama

Soñé que me sacaba un moco, grande, con esa cola que se siente agradable como si sacara un hilo suave y elástico por el conducto nasal. Cuando lo saqué del todo me di cuenta que era un frijol y la cola era un tallo que crecía dentro de mi nariz. Me sorprendí muchísimo y finalmente sonreí frente a la sorpresa.

Cuando llegué a mi cuarto nuevo había un colchón inflable tamaño king size que se inflaba gracias a una maquinita que sonaba como una aspiradora. El colchón se desinflaba hasta quedar muy huango como una vez a la semana. Luego se desinflaba cada tercer día. Luego diario. Luego a la hora de acostarme. Me hartó y seguramente también mis rumis y mis vecinos se hartaron por el fuerte sonido de aspiradora que hacía la maquinita cada vez que lo inflaba. Decidí ya no usarlo, prendí la aspiradora en sentido inverso para que lo pudiera enrollar y arrojar a una esquina del cuarto, ahí está ahora como un muerto inmóvil esperando ser arrojado al Moldavia, el río que cruza Praga y que tengo a una cuadra. Tenía un futoncito individual y duro que traía conmigo, en eso duermo ahora, está en el piso sobre una cobija cuadriculada de distintos tonos azules, mi cama emana soledad y tristeza, eso influye sutilmente en mi alma.

sábado, julio 23, 2011

Desde mi nuevo depa

Uf, ahora sí que hace mucho tiempo no escribo ni una línea en este blogsito.
Ahora vivo en otro departamento en un edificio viejo que no está restaurado en absoluto y eso lo hace parecer todavía más antiguo. Lo bueno es que pago menos de renta y mi cuarto es mucho más grande que el anterior, además de tener dos rumis chicas, una italiana bien agradable y una checa igualmente agradable. El otro día llegué con una amiga que se quedó a dormir conmigo y cuando pasé por el pasillo que lleva a todos los cuartos, los de ellas estaban abiertos, saludé a mis rumis, mi amiga también saludó y yo me sentí en verdad como todo un gallo porque ellas sabían a qué venía mi amiga y yo sentía que ellas sentían eso.
Me siento bien con mis rumis nuevas, a veces salgo y las veo en chortitos o en falditas o en camisones cortos caminar por el depa e incluso agacharse para tomar algo en el fondo del refri o para levantar algo del piso. Son vistas que antes, en el depa anterior donde vivía, no tenía. Bueno, en el depa anterior, con mucha suerte, disfrutaba de otra vista, a las ventanas de un hotel donde se podía ver salir a una mujer joven del baño con una toalla y cambiarse casi frente a la ventana sin timidez alguna.
Pero me gustaría no pensar tanto en mujeres y concentrarme más en la literatura. Medito sobre ello, en serio. Pongo en la balanza el peso de mi interés por las mujeres, tengo treinta y dos años, me queda poco tiempo con mis sobras de la juventud, así que concluyo que está bien aprovechar este tiempo en ello, pero por otro lado pienso, tengo treinta y dos años y me queda poco tiempo para escribir otras cosas siendo todavía joven, además de publicarlo, mostrarlo y que se lea. Así estoy casi todos los días entre esta balanza donde las dos partes pesan mucho e igual, a veces una más que la otra, incluso cuando camino me voy de un lado y luego del otro cuando compiten estas dos preocupaciones por su grado de importancia durante mi caminata por la banqueta hacia mi trabajo a Las Adelitas.
Frente a mi cuarto hay un departamento donde creía que había muerto alguien hasta que anoche cuando llegué a las tres de la mañana vi que estaban encendidas las lámparas de cada uno de sus cuartos. Antes parecía muy tétrico, las cortinas viejas a punto de deshacerse en polvo, las ventanas opacas, cajas y botellas de plástico abandonadas durante tres semanas, y plantas cada vez más amarillas y cafés. Anoche, con las luces encendidas, ya no se veía tan tétrico, las lásmparas eran blancas y bonitas, hubo algún movimiento en el cuadro de las cajas y botellas de plástico vacías. Hoy en la mañana, las plantas se veían rehidratadas, se levantaron dos centímetros de su joroba por el abandono, pero anoche no vi a nadie que caminara entre los cuartos llenos de luz. Seguramente pronto veré a alguien en cualquier momento. Ah, ¡ya!, vi a alguien, sí, una mujer de unos treinta y tantos años, guapa y melancólica. Híjole, me acaba de ver y se escondió en el fondo del departamento.

martes, junio 21, 2011

Un recorrido denso

La semana pasada fui a Suiza a visitar a mi tía, mi tío, mis primas y a mi abuela que viven ahí. Estuvo fenomenal. Mi tía me trató formidablemente bien, me llevé a toda madre con mis primas y hasta fui a comer con la pobre loquita de mi abuela. Pero lo que quería decir de este viajecito de descanso bien rico es que viajé por una línea de autobuses polaca muy pero muy barata y de muy pero de muy mala calidad. Llegué a la estación de camiones Florenc en Praga a las nueve con quince de la noche. Aproveché para comerme el paquete woper número uno del burger king de ahí, casi no hay de estas hamburgueserías en la ciudad, puro pinche mcdonalds y, peor tantito, también puro pinche kentuckys. Hablando de naqueses alimenticias, la mayoría de los lugares en Praga donde te preparan capuchinos, le ponen la decorativa canela en polvo. Me comí mi woper más o menos rápido porque el camión salía a las nueve con cincuenta y cinco. Me llevé la última papa con catsup a la boca, dejé la charola en el contenedor de charolas y fui a mi andén. Dieron las diez y nada. Dieron las diez y media y nada. Fui a preguntar qué pedo al módulo de información y un albino bizco que hablaba con un checo letrado me dijo, tiene retraso, te recomiendo que vayas afuera por si las moscas. Dieron las once y media y fui a preguntar otra vez. Sigue retrasado. ¿Es normal que tarden tanto? Le pregunté y me dijo, mira, son polacos. Me lo dijo con una mirada de sí, es normal. Dieron las doce y fui a preguntar otra vez. Sí, tuvo un retraso en la frontera entre Polonia y Chequia, llegan aquí a las doce y media. Chale, me lleva la rechingada, pensé. Dieron las doce veinte, me fui a sentar a una banca cerca de mi andén y un conserje cuidador de la estación a unos veinte metros de mí me gritó y aplaudió varias veces para hacerme con un ademán de que no podía estar ahí, algo así como un: ¡Órale, órale, no puedes quedarte a dormir aquí, cabrón! Me paré de la banca dejando mi mochila sobre ella y me dirigí hacia el conserje con pasos lentos mirándolo fijamente a los ojos y le dije que estaba esperando mi camión, que debe llegar a las doce treinta. Yo era el único pasajero esperando, no lo podía creer, todo se me hacía muy raro. Noté a una chica esperando también más o menos desde que llegué. Me dije, a ver, voy a platicar con ella, no está nada mal, igual y se va a subir también al camión, nos hacemos cuatitos, nos sentamos juntos en el camión y la beso, a huevo. Fui a platicar con ella, era una angloparlante de quien sabe dónde chingaos y me dijo que estaba esperando a un cuate que llegaba de Polonia en ese pinche camión que se suponía llegaría en cualquier momento. En eso los conserjes me dijeron que cerrarían la estación en cinco minutos y que nadie podía estar ahí. ¡Putísima madre!, pensé, esto no puede estar sucediendo. A las doce treinta y uno apareció el camión por la entrada al estacionamiento. ¡Uf, qué suerte!
Metí mi mochila al compartimento de las maletas, vi a la angloparlante que abrazaba a su esperado amigo, felices los dos. Subí al camión. Mi boleto tenía el asiento numerado, pero dentro, los asientos no tenían números. El chofer me dijo que escogiera el asiento que sea. Chale. Me senté junto a un tipo que leía una novela con un título en italiano. Atrás de mí iba un grupo de polacos pedísimos, se reían, hablaban, chocaban botellas de alcohol y desde sus lugares apestaban sus exhalaciones etílicas. Me jeteé todo el camino y me desperté varias veces para acomodarme mejor por un dolor en el cuello de la chuequez en que dormía. Listo, llegué a Zurich, Suiza.
Para el viaje de regreso, tomé la misma línea polaca de camiones. Esta vez llegó sólo cuarenta y cinco minutos tarde. Venían desde España. En la pequeñísima estación de camiones de Zurich, pequeñísima porque todos ahí toman más bien trenes y aviones para viajar, había dos parejas de ponquetos alemanes. Cuando llegó el camión ellos se sentaron hasta atrás como niños chido malos en la excursión de la primaria. Yo llegué a una fila donde había por un lado dos asientos con una chamarra y por el otro lado había otra chamarra y una mochilita. No sabía dónde sentarme, quería que me tocara alguien decente a lado. Decidí por el lugar vacío donde había a lado una chamarra. Me senté y cuando estábamos a punto de partir se sentó junto a mí un güey que olía mal y vestía una playera de plástico de esas de llévese cinco por cien pesos en Izazaga. Ni pedo. Lo peor fue que enseguida llegó el pasajero de los asientos de enfrente, una polaca güera y buenísima. ¡Me lleva la chingada! Me dije, y no podía dejar de pensar en eso durante varios kilómetros del viaje. Adelante de mí había un güey que se tomó como cinco chelas en lata, una tras otra, junto al borrachín se sentó una señora asiática chaparrita muy mona y muy propia que le ponía a cada rato su basura en la red colgante de su asiento y lo regañaba. Había cuatro choferes, un don con una panza del tamaño de un planeta y los otros tres jóvenes y esbeltos. Hasta delante había una polaca jovencita que cotorreaba con los choferes y que luego se fue con uno de ellos a dormir a la camita junto al compartimento de las maletas.
Yo no podía dormir. Durante el viaje pasaron varios pasajeros de atrás a hablar con los choferes quejándose de algo. Luego hicimos una parada en una estación de camiones en Austria y todos bajaron a fumar. Había muchos que estaban pedos y que bajaron con sus respectivos chupes. En eso el chofer con panza de planeta se acercó a los ponquetos y les dijo ¡finish! dejando sus maletas en el piso. Los ponquetos se prendieron, discutieron a gritos, sobre todo una chica ponqueta, estaba indignadísima y enojadísima. Luego llegó una patrulla austriaca que se entendió bien con las ponquetos alemanes y el chofer tuvo que dejarlos proseguir con el viaje. Entre todos los borrachines, había un güey pedísimo que apenas y podía caminar, trataba de acercarse a una polaca con el pelo pintado de rubio, gordilla, pero joven y no tan fea. La chica se lo quitaba de encima empujándolo con ambos brazos. Volvimos a subir todos y el resto del viaje se llevó a cabo tranquilamente. Los choferes platicaban con el que manejaba, se reían y prendían la luz de la cabina a cada rato. Sólo esperaba el colmo, un choque por el desmadrito de los choferes, pero por suerte no pasó nada de eso. Luego cuando por fin sentía que ya pdoría dormir saqué las piernas al pasillo, cinco minutos después siento las piernas del güey apestoso junto a mí. Volteo y el pendejo como vio que saqué mis piernas al pasillo, que dejé un espacio libre en mi asiento, decidió con toda lucidez poner sus pies y sus muslos en la parte libre que dejé. El güey me encabronó, la neta. Lo desperté medio de mala gana y le dije, hey, put your legs in your space. El güey me miraba como si no entendiera ni puta madre sin quitar sus piernas. Entonces le hice con las manos algo así como shu, shu, this is my space. Hasta la tercera vez que se lo dije ya con cara de enojo, quitó sus piernas y me miró como perrito lastimado. Sólo dormí unas dos horas.
Llegué a Praga a las seis y cuarto de la mañana, un jueves, me iba a meter al metro cuando veo que estaba cerrado. Qué raro, pensé. Vi el reloj y vi que debía estar abierto. Regresé a la estación de camiones, al módulo de información donde estaba el mismo albino bizco, le pregunté qué pedo con el metro y me dijo que estaban en huelga todo el día. ¿A dónde vas? A Mustek, le dije. Ah, está aquí cerca, mira, te recomiendo que te vayas caminando por esa calle y llegas en media hora. Oka. Eso hice. Antes de llegar a mi casa, todavía pasé a comprarme un gyros pita, pollo hecho como al pastor, en un trompo, rebanado igual, puesto en un pan pita con col, pepino, lechuga, jitomate, cebolla y salsa picante. Comida al estilo Medio Oriente. Pero no había pan pita, chale. Me dieron un tortilla pita. Tortilla de harina grande, como para hacer burritos, y me echaron ahí todo lo enumerado. Ya me encaminaba de nuevo a la casa, le di unas mordidas a esa madre y sentí que había pedazos de pollo medio crudos, guácala, me dio asco y lo tiré.
Por fin llegué a mi casa, pensando únicamente en dormir un ratito para luego irme a chambear. Entré al depa, sentí un olor fuerte a alcohol y a mota, un cuate estaba durmiendo en el sofá de la sala, pedo hasta su madre, todavía medio abrió los ojos y platicamos unos minutos. Entré a mi cuarto y descubrí en mi cama a un cabrón enorme roncando, apestando a alcohol a madres. Hasta me imaginé que tenía sobre su voluminosa panza a un vietnamita chaparrito acurrucado durmiendo apasiblemente por el subir y bajar de la respiración del monstruo roncador. Tuve que dormir en la sala sobre una madre roja, como una almohada enorme, rellena de bolitas de unicel.  

viernes, mayo 27, 2011

Al aire fresco

Cuando a veces me duermo a las, digamos, cinco cuarenta y cinco de la mañana me encanta dormirme con las ventanas abiertas porque haciendo frío sé que por cada minuto que pase se calentará un poco el ambiente y eso se siente muy pero muy bien.

martes, mayo 17, 2011

Mira nomás

Soy un atascado y no me molesta ni me incomoda serlo, solamente pienso en ello y me doy cuenta de ello. Adiú.

lunes, mayo 09, 2011

Ruy Guka, el hombre del rayo negro. Graciosín, ¿no?

Ruy Guka, el hombre del barro negro. No, ¿verdad?

Ruy Guka, el hombre del sarro negro. No, ¿verdad?

Ruy Guka, el hombre del gallo negro. Podría ser, ¿no?

Ruy Guka, el hombre del fallo negro. Medio raro, ¿a poco no?

Ruy Guka, el hombre del chato negro. No, eh.

Ruy Guka, el hombre del saco negro. A huevo.

martes, abril 26, 2011

Nostalgiosis

Estoy nostálgico y sentimental. Muchos recuerdos me vienen de la memoria. No sé qué chingados hago en Praga, la neta, eso me es evidente, y el hecho de de que me iré a vivir a Barcelona me pone nostálgico. Ahora estoy sentado en la ventana de mi cuarto mirando hacia la calle Perlova, la que hace quince años era la calle de las putas, así como Sullivan o Insurgentes y Nuevo León. Y sentado entre este marco con doble ventana me vienen imágenes de cuando vivía en Mérida, de cuando tenía entre dieciseis y veinte años, de cuando estaba en la playa con mis cuates, de cuando me la pasaba igual con mis cuates en mi cuarto con un balcón grande donde nos divertíamos de lo lindo. De cuando fumaba mota y todo estaba chido, de cuando vivía en el Deefe, en la Condesa, en Tlalnepantla, en la Escandón, en las fiestas, en los bares, con mis cuates de entonces, de todo. De mis lecturas, de los ácidos, de la coca, del alcohol, de la nicotina, de los momentos íntimos con todo tipo de chicas cuando tenía entre veintitres y veintinueve años.
Recuerdo cuando manejé el auto de una novia cuando tenía diecisiete junto con mi chica y unos cuatro cuates, rodeé una glorieta como cinco veces escuchando alguna música clásica a todo volumen bien pedos todos y pachecos sin que hubiera pasado nada malo, íbamos todavía a recoger a otro cuate a su casa, en Mérida, en la colonia García Ginerés.
Recuerdo... Chale, son tantos recuerdos que ahora estoy nostálgico. Ahora tengo que ir a hacer popó :)

martes, abril 19, 2011

Jarabe de vainilla en venta

Estoy pensando seriamente en vender mi esperma a una clínica donde embarazan mujeres sin la vulgar necesidad de introducir un pene en su útero y frotarlo hasta que el esperma salga disparado. Me darían mil coronas por chaqueta y serían unas diez chaquetas. En total serían unas diez mil coronas, o sea, unos siete mil quinientos pesos, o sea, unos seiscientos ciencuenta dólares. Pero para esto antes deberé darles una chaqueta gratis para que examinen mi elíxir y ver si les parece lo suficientemente fuerte como para aguantar una era de hielo y luego engendrar un nuevo homo pendejiens.

lunes, abril 04, 2011

Una nueva

El sábado me mudé al centro de Praga, en la calle Perlova. La ubicación es excelente, salgo a la calle y estoy a una cuadra de la plaza de Wenceslao, a una cuadra de un mercadito sobre ruedas donde venden frutas y verduras frescas, tengo a un paso como cinco opciones de espressos y lattes de a montón, tengo dos súperes a la vuelta, un cine, carnicería y una librería donde venden libros en español. La ubicación está a todísima madre.
Ahora vivo en un departamento con tres recámaras, una sala y su cocinita. Lo comparto con dos güeyes mexicanos, uno bien chido y el otro no sé, no lo conozco bien. En la sala hay una tele de pantalla plana enorme con cable y conectado a un xbox. También hay una torre con un chingo de películas, de las cuales me gustaría ver algunas.
Ahorita me voy a preparar un pollito con verduras compradas en el mercadito y luego me voy a comprar un cafecito abajo en la calle y luego me voy a la librería a ver qué libros hay en español. Un cuate, Pedro, me dijo que incluso vio que había novelas traducidas al español como alguna de Philip Roth. Chido, ¿no?

domingo, marzo 20, 2011

Y no estoy escribiendo ninguna autobiografía alcohólica... porque simplemente creo en el amor y, la neta, me vale verga

En la fiesta descrita en el post anterior no pasó nada de nada, mi mente quiso pensar en lo peor, todo estuvo bien y hasta alegremente divertido. Sí dormí en el metro, eso sí, esperando a que abrieran las puertas de la entrada.

Clic aquí para ver una realidad a la literatura en escabeche.

Llegar a mi casa a cenar y que haya platos en el fregadero: eso es triste. Esta frase la leí hace un tiempo y la guardé porque me gustó muchísimo. También porque es una imagen que encuentro seguido, incluso me dije la frase alguna vez. 

miércoles, marzo 02, 2011

¿Un trío?

Hace como tres sábados en la madrugada bailando entre mucha gente con un diye y su musiquita medio fea a todo volumen besé a una chica. Después de ese beso dejamos de besarnos hasta que nos despedimos a las siete de la mañana. Restregábamos nuestros cuerpos al ritmo de la musiquita como si estuviéramos cogiendo en la pista de baile. Ella puso su arete dentro del bolsillo de mi pantalón y me dio su teléfono. ¿Qué días y a qué horas será más conveniente llamarte?, le pregunté. Cuando quieras, me respondió mirándome con sus ojitos brillantes de ilusión y gusto. Va, listo, a huevo. Oye, pero ¿y por qué no podemos irnos a tu casa o a mi casa ahorita?, le pregunté. Hoy no puedo, me respondió dándome varios besos. Y luego ya, nos despedimos con la turbia luz del amanecer praguense.
No le llamé al día siguiente, seguramente estaba descansando de la cruda y la trasnochada. El lunes le mandé un mensajito que decía "pienso mucho en ti, me gustaría ir a tomar un café, un té o lo que sea un día de estos". No me contestó. Qué raro, pensé, por qué no me contestaría. Estaba muy intrigado porque el sábado que la conocí parecía que nos comeríamos como se come una Tutsi Pop. El martes pensé que a lo mejor no tendría caso buscarla otra vez, quizá se le complicó algo con alguna relación que tendría, no sé. El miércoles decidí mandarle otro mensaje: "te invito a mi casa a tomar un vinito y a que te dé un masaje rico". Esta vez recibí una respuesta: "muchas gracias por la invitación. Ahora no estoy en Praga y además le incomodaría mucho a mi novio, a quien le pertenece mi corazón, que yo fuera a tu casa por un masaje. Pero, seguramente te conformarás con mi amistad. Y S. y yo trataremos de buscar un tiempo libre para ir a visitarte al restaurante y probar una buena comida mexicana. Te esperamos el lunes en nuestra casa muy emocionadas." Leí esta respuesta y me dije, qué demasiado raro, nos habíamos besado durante horas, me dijo que la llamara cuando sea, por qué chingados me salía con eso de su novio a quien le pertenecía su corazón. Pensé, a mí qué chingados me importa a quién le pertenecía su corazón, yo no quería su corazón, era lo que menos me interesaba. Y luego quién era S., pensé que a lo mejor era la amiga con la que estaba y la que me había tomado la mano, acariciado mi brazo con sus senos y mirado coquetísimamente cuando la de los besos había ido a comprar cigarros a la máquina de cigarros. Si sí era su amiga, a lo mejor no me acordaba, el sábado estaba pedón, pero me imaginé un trío, a huevo. Pero qué raro eso del novio. También pensé que a lo mejor me esperaban en su casa ella y su novio, ¿para un trío? Me empecé a preocupar. No sabía qué pensar. Dejé pasar jueves, todo el día del viernes y en la noche le mandé otro mensaje: "Yo también estoy muy emocionado por lo del lunes. Mándame por favor la dirección y la hora para que llegue chido y a la hora precisa". Su respuesta fue la siguiente: "Ruy, esto ya está muy raro y yo y mi novio ya nos estamos enojando. Yo decía lo del lunes por las clases de español de mi hija que sabes muy bien es a las cuatro y sabes cómo llegar. Mi novio dice que ya no quiere que mi hija prosiga con las clases de español, así que ya no vengas. Gracias por tu comprensión. Adiós". Se me subieron los huevos bien cabrón y palidecí horrible, pensé que me desmayaría por la desagrable sorpresa. Me sentí estupidísimo. Me había confundido en la lista de contactos con la mamá de la quinceañera a la que le daba clases privadas de español. La chica del sábado y la mamá de mi estudiante se llamaban casi de manera idéntica. Fue muy vergonzoso y le escribí de nuevo diciéndole que me había confundido de contacto en el teléfono y que me sentía muy tonto y avergonzado y esperaba que no se enojaran mucho conmigo ella y su novio y que entiendo bien que se acabaron las clases por este malentendido tan incómodo. Ya no me contestó.
A la chica del sábado ya no le hablé porque pensé que le desagradaría que la llamase una semana después, además me sentía medio mal y en shock. Bueno, también me reí un chingo porque por otro lado estuvo muy gracioso.

viernes, febrero 18, 2011

Cuánta psicosis

Estoy impresionado. No sé por qué este documental me hizo pensar en cómo a veces me siento muy fuerte, muy cabrón y muy chingón, pero en realidad soy un hombre bastante menso :).

miércoles, febrero 09, 2011

Escritores que escriben en español y que viven en Praga

La presentación de los escritores que escriben en español y que viven en Praga fue todo un éxito, la neta. Fueron varios textos los leídos de varias autoras y varios autores. Hay una versión virtual de los textos, denle clic aquí para ir a leerlos. Además conocí gente que me cayó muy bien, tanto checos como españoles y mexicanos.

Otro asunto completamente distinto al abordado es una gráfica sobre los países mejores humanamente habitables:



Y otro asunto todavía más completamente distinto es que creo que los mexicanos ya deberíamos enfocarnos y hacer todo lo posible por ser una potencia bélica. Diseñar y fabricar armas, vehículos terrestres, acuáticos, aéreos y espaciales con fines bélicos para que otras naciones se la piensen dos veces antes de cualquier ocurrencia. También deberíamos apresurarnos con carácter de urgente en construir la base espacial que ya aprobaron, crear aeronaves de exploración e investigación espacial y formar parte de la búsqueda de un planeta como el nuestro para ir a habitarlo o ir a producir frutas, verduras y ganado. En lo que encontramos un planeta adecuado a nuestras necesidades y en lo que llevamos a cabo ya sea una colonización o simplemente utilizar el planeta como tierra de producción agrícola y ganadera podrían complicarse algunas relaciones diplomáticas en nuestro planeta. Así que a trabajar hijos de la chingada.


lunes, enero 31, 2011

Cenando y poquito antes de cenando

Sigo en Praga... Hoy me preparé unas quesadillas con chorizo español, salsa roja de chile habanero y guacamole, estuvo delis delis. El chorizo lo compré en el supermercado Albert, el chile habanero en el supermercado Tesco, el jitomate, el aguacate y el cilantro en la tienda Mary, de unos vietnamitas. Las tortillas eran de harina y yo las hice, no me salieron muy buenas, la neta, es más, me salieron bastante malas, parecían más bien un pan árabe delgadito.

Para las tortillas de harina seguí una receta en internet de una señora de Sonora donde leí que las tortillas de harina en Sonora tenían una tradición centenaria, desde el año 1545. En la lista de ingredientes la señora escribió: "un kilogramo de harina apartando tres puños de harina". En el modo de preparación, en la parte donde había que hacer unas bolitas y aplanarlas decía: "para la aplanación de la masa hay que usar un palote (en Sonora le decimos también rodillo) y usar un poco de harina para que no se pegue la masa (no que no, les dije arriba que separen tres puños de harina del paquete, recuerdan?)".

Mientras cenaba vi dos capítulos de una serie inglesa bien friki, The inbetweeners, que me hace estallar de risa sorpresivamente unos segundos, luego ya me calmo y me digo, no mames, qué cagadamente estúpidos están estos güeyes. Ay, sí, no me digo toda la frase entera, sería demasiado, sólo parte de ella, pero por un efecto mejorador la puse así. Dejo uno de esos dos capítulos.

lunes, enero 24, 2011

Salmón mexicano

Así como lo leen en el título. Estaba en un súper de Praga y fui al estante de los atunes, que por cierto están bien caros, cada lata de atún decente cuesta entre treinta y cuarenta pesos. Escogiendo la marca que más me latiera vi una lata con una banderita mexicana en la etiqueta, la tomé y leí "salmón mexicano". Según yo en México no hay salmón, ¿dónde?, no, pus no, no hay. Pensé en dos cosas: una fue que un mexicano haya comprado un terreno con un pedazo de río en Canadá donde pescaba o criaba salmones y como era mexicano y quizá sabría o pensaría que el imperio azteca y el novohispano llegaban hasta esos lares, este güey puso en la etiqueta "salmón mexicano". Y la segunda fue que México sea un producto más vendible que el salmón y por eso el productor de ese salmón enlatado lo calificó como "salmón mexicano", tanto así que diseñó la etiqueta con una bandera de México grande, como si lo que se vendiera fuera más México que el salmón. Digo, no sé, pero eso pensé al descubrir esa lata de salmón, parado frente al estante en el súper que estaba a punto de cerrar, ya habían bajado la mayor parte de sus rejas. No pude pensar más sobre el asunto, debía pagar mi lata de atún y salirme de ahí cuanto antes. El lugar estaba desolado de clientes y los trabajadores que quedaban mostraban un ánimo de hartazgo y desidia. 

martes, enero 18, 2011

Caliente, caliente, no, ya no, frío, frío, helado

En Praga ha estado haciendo entre ocho y once grados. A comparación del año pasado por estas fechas teníamos de entre seis y doce grados bajo cero. No es que extrañe los número bajo cero, al contrario, me parece pocamadre que no haya tanto frío, además en muchas jardineras en las orillas de los parques de la ciudad ahora se dejan ver unas manchas de un verde brillante muy iluminado, hojitas que si siguiera así el tiempo en un mes serán matorrales o hierbas comunes sin mucha personalidad. El año pasado hizo un frío escandaloso incluso hasta principios de mayo, parecía que nunca se acabaría la cola del invierno, un invierno profundo y penetrante, un invierno castigador. Ahora parece que hará un calor escandaloso y castigador en verano, quizá este verano se calcine la parte de bosque ruso que no se pudo calcinar el verano pasado.

Este texto siguiente es un ejercicio de lectura y comprensión que les dejé a muchos de mis alumnos de español tanto en la prepa como en las clases privadas.

Me llamo Jaroslav Povijnic. Nací en Praga el veintiocho de octubre de mil novecientos setenta y cinco. Estudié en la preparatoria Na pripotocni. Después entré a la Universidad de Carlos a estudiar biotecnología. Hice un master de química en la Universidad de Princeton, en Princeton, New Jersey, EUA. Trabajé en los laboratorios Cactásea S. A. en el desierto de Samalayuca, Chihuahua, México, en un proyecto para hacer tecnología parecida a la de un cactus aplicada en una casa y construirla en el planeta X-320. El planeta ahora se llama Cactonia, ya no es X-320. También trabajé en la empresa Baatar en Mongolia para desarrollar autos con pasto y plantas en la carrocería.

domingo, enero 09, 2011

Sí, amor, y qué, soy un hombre amoroso, me encanta serlo

Tengo un pequeño problema. Resulta que cocino a toda madre de bien cabronamente rico, pero quiero adelgazar, hago ejercicio unas tres veces a la semana desde hace un mes, entre cardio y máquinas. Y hoy me compré medio pato, un bordeaux, poro, una lechuga y un paquete de arroz. Hice el medio pato en el horno al vino tinto con poro, ajo y hierbitas mágicas. Hice una olla de arroz en la estufa. Hice un platón entero de lechuga equivalente para una familia entera con un chingo de aceite de oliva. Me serví la pierna y el muslo con bastante arroz que mojé con la rica grasa y el jugo del pato. Me senté a ver cualquier estúpida serie de televisión bajada en la red. Me chingué dos capítulos y me acabé las dos piezas de pato. Como todavía me quedaba lechuga en el platón me levanté de la mesa para ir a servirme un buen pedazo de la pechuga de pato que dejé dentro del horno y me serví también varias cucharadas soperas de arroz. En el segundo bocado ya no podía más y aún así me terminé todo lo que había en mi plato. Le puse pausa a la serie en la compu, llevé los platos sucios al fregadero, luego fui al baño, me puse de rodillas, me reflejé en el agua del inodoro, respiré hondo, me metí el dedo en la garganta y vomité, repetí el proceso del dedo unas tres veces más y vomité casi todo lo que me había comido. Me levanté cansado del piso del baño, fui al lavabo y vi mis ojos frente al espejo cómo estaban rojos, lagrimeando y con las venitas saltadas por el esfuerzo hecho en el retrete. En varias ocasiones al mes me veo inclinado frente al excusado vomitando.

Como el amor brota de mis entrañas sin piedad e inexplicablemente, como cada poro salpica esa sensación extraña y fascinante, y eso que me pongo silicón en los poros y trato de evitar esas sensaciones para no parecer tan loco, pero no, brota sin piedad, dejo aquí una muy pero muy agradable rola.

lunes, enero 03, 2011

¡Berlinazo!

Berlín en año nuevo, chingón. Nos fuimos mi cuate el Pato y otro güey en camión de Praga a Berlín. Llegamos al restaurante La Pulquería, invitadísimos por otro cuate, el Zoelio. La Pulquería es un restaurante con una línea parecida a Las Adelitas de Praga. Cuando llegamos saludamos al Zoelio y a dos chicas que trabajaban ahí, una mexicana y una española, las dos bien sexis y lindas, una bailarina contemporánea y la otra dramaturga. Nos comimos un alambre de bistec y matamos el tiempo hasta las once en que empezó la fiesta. Hubo su cois, cada quien su gramito, digo, para tener una fiesta larga y chida. Estuvimos en el resta toda la noche bailando, platicando y esas cosas que pasan en las fiestas. Luego de ahí, como a las ocho de la mañana, nos fuimos a otra fiesta en un lugar llamado Kit Kat, creo, donde había que estar encuerado o en paños menores y donde puedes cogerte a una chica frente a los demás, claro, si la chica también quiere. Pero no nos dejaron pasar porque íbamos puro martillo y sin estar vestidos con ropa de cuero. Con los que íbamos nos contaron, ellos ya adentro en boxer con su rajita de canela, según nos detallaron, que llegaban a ver cómo entraba un tipo con su chica, los dos vestidos elegantemente, en un traje caro y ella en un vestido de noche lujoso, cómo se dirigían al guardaropa, se quitaban cada una de sus prendas y cómo la chica, con una figura escultural, se dejaba solamente sus zapatos de tacón y se ponía un moño rojo en el cuello.
De ahí nos fuimos a otra fiesta a un edificio de cuatro pisos abandonado, en ruinas, desde antes de la caída del muro, estábamos en la zona comunista, y que había sido ocupada por artistas o disqueartistas que más bien serían unos foreversazos, otros de plano ya drogos de hueva, que les gusta hacer grafitis, plantillas o stencils, performancear, poner discos y ese tipo de cositas. Pero el caso es que los ocupas chidos hicieron una fiestota para fin de año donde cobraron los cabrones diez euros por entrada y vendían chelas y alcohol en barras a toda madre patrocinadas por distintas marcas de alcohol. El edificio estaba lleno, la gente estaba entre cansada y enfiestadísima, había un chingo de chicas de todas las edades, casi no había seguridad y había cuartos con las puertas semicerradas con candados por donde se podía ver que había muebles, camas, ropa, etc. Ahí estuvimos hasta la una. La fiesta continuaba y el lugar seguía lleno, dijeron que la fiesta terminaría hasta el domingo dos o el martes cuatro. Nos fuimos a dormir.
Despertamos en la nochecita y nos fuimos a La Pulquería a cenar sopas aztecas, tacos de chorizo y enchiladas verdes. Ahí lloramos de la risa de tantas pendejadas chistosas que decíamos. Como a la una de la mañana nos fuimos a un bar tranquis sin mucho chiste hasta las tres de la mañana, yo me fui a dormir y los demás siguieron ahí hasta las ocho, hora en la que nos teníamos que ir al camión que salía a las nueve y media.
Caminando entre las calles del barrio Kreuzwerg, Kraftwerg, Crazy verga o algo así, en la madrugada, vi el interior de varios depas que me agradaron mucho, me recordaron un poco al Deefe, paredes desnudas donde resaltaba una planta despeinada u otro donde había cuadros grandes no malos, la neta, con un mismo estilo todos, seguramente el que o la que los había pintado vivía ahí o se cogía al que o a la que los había hecho.
La banda de Berlín nos platicó de un bar clandestino donde tocan bandas desconocidas y algunas raras.
También nos platicaron de otro bar donde no dejan pasar fresas y donde trabajan diyeis que ponen discos de electro y jai eneryi. Que incluso llegan a ir chicas buenísimas, preciosas, solas, y con minifaldas y que el cadenero no las deja pasar por fresas o por no sé, porque el güey no las considera conceptualmente propias para el lugar.
Luego, en la mañana del domingo, cuando nos íbamos al camión, transbordamos en una estación del metro y nos dimos cuenta que no llegaríamos a tiempo con el metro. Nos salimos de la estación para tomar un taxi y llegamos a una calle desierta donde no pasaba ni un solo auto. Miramos a lo lejos a una avenida donde pasaban varios autos y taxis. Corrimos hasta allá. Llegamos y no pasaba ningún taxi. Vimos que a unas cuadras había un cruce donde los taxis doblaban a la izquierda. Corrimos de nuevo, saltamos obstáculos, nos barrimos un poco por el hielo de las banquetas y cuando llegamos al cruce paramos un taxi que nos llevó hecho la madre a la estación de camiones, cruzó dos semáforos recién pasados al rojo y rebasaba rápido entre varios autos. Nos bajamos del taxi y corrimos al camión cuando a este estaba subiendo el último pasajero que quedaba por subir y en chinga luego luego de que subiéramos nosotros cerraron la puerta y el camión se movió. Regresamos a Praga sanos y salvos.

Detallitos: Alemania tiene ochenta millones de habitantes, de los cuales catorce son extranjeros. A los extranjeros los ayudan a integrarse y adaptarse a la sociedad alemana. Les dan ayudas sociales, económicas, les dan cursos de alemán, les consiguen chamba, etc. Con mil euros al mes a uno le alcanza para vivir, pagar la renta, comida, ropa, cine, libros, viajecitos cortos y fiesta. El sueldo mínimo está alrededor de los mil euros.