jueves, julio 19, 2007

Vellos bellos dejados crecer

Me metí en la mente de Ruy Guka. ¿Quieren saber lo que le escuché pensar?
-¡¡Sí, qué!! -gritaron unos niños sonriendo y chapoteando en una alberca baja con el agua verde, había peces rojos y blancos nadando entre ellos.
Que nunca había visto la ciudad tan limpia. Los charcos en la calle y banqueta son increíblemente transparentes. Eso fue lo que rebotaba entre las paredes invisibles de su mente.
-¡¡Ooooooh!! -expresaron los niños mientras tomaban un sandwich, de una charola floreada, que les trajo a la psiscina una mujer desnuda, muy peluda de las axilas.
Ya niños, dejen de verle los pelos a doña Magdalena. Y cállense para que Ruy Guka pueda concentrarse en todo este asunto.
-............. -los niños se callaron.

martes, julio 17, 2007

Sopita rica

Llegas caminando al restaurante. Preferiste estacionar el auto a unas cuadras que dejárselo al valet parking. El lugar es sencillo, nada caro ni extraordinario, pero acogedor y decorado caseramente. Por lo menos no es una fonda, piensas. Acostumbras pensar de esa manera, por lo menos no soy pobre, por lo menos tengo unos zapatos de mil quinientos pesos. Sueles mentir, si te encontraras con algún amigo después de la comida, le dirías fui a comer a tal restaurente, que sería uno caro. Miserable te quedaría bien como sobrenombre o patético acomplejado.
Entras al restaurante. Caminas derecho, campante, de buen humor. Tratas de mostrar una sonrisa amable, pero lo único que sale es una actitud que quiere mostrar que tienes y puedes más que muchos. Un mesero te recibe y te invita a sentarte en aquella mesa del fondo. Te pones serio, no avanzas con él y le dices con un tono en el que alargas las vocales. Noo, prefieero sentaarme en esa otraa de aallá. El mesero te ve como si viera a otro pobre pendejo más. Te lleva a la mesa que escogiste. Te jala la silla para que te sientes. Te metes entre la silla y la mesa. Sientes el borde del asiento en las corvas, automáticamente tus manos se apoyan debajo de tus muslos. En ese momento en el que tus nalgas están a punto de sentarse te viene un sentimiento terrible. Te das cuenta honestamente que eres un completo cobarde. Escogiste las cosas que creíste más fáciles. Escogiste una carrera que podría hablar bien de ti, pero no quisiste alguna que en verdad hablara bien de ti y que en verdad te gustara. Pensaste que eras bueno inventando cosas, pero cuando saliste de la escuela lo único que conseguiste de trabajo fue un empleo de máquina frente a otra máquina. Comenzaste a trabajar y te diste cuenta de que hay demasiados abogados. Pudiste haber escogido diseño, con esa te hubieras sentido mejor. Tendrías una oficina con aire juvenil. ¿O no? Te preguntarías. Quisiste estar bajo el regazo de madre el tiempo necesario. Creíste se sería práctico, ahorrarte renta, comprar gas, tirar la basura. Pero te diste cuenta de que lo hacías por cobarde, por mediocre. Lo único que hiciste fue engordar.
Terminas de sentarte, tu cuerpo se desplomó. Sientes miradas de la gente, un comportamiento normal de los seres humanos, mirar. Antes pensabas que te admiraban o que te conocían porque te creías importante. Ahora crees, no, estás seguro de que te miran compadeciéndote. Pobre tipo, apenas se dio cuenta de quién es y dónde está, crees que piensan todos al verte.
Viene el mesero y te pregunta: ¿necesita algo, señor? Te ries grotéscamente. El otro se asusta. Tú también. Quieres salir, pero temes hacer algo peor. Pides una sopa. Tu cara se pone roja, una vena comienza a marcar un camino verde sobre tu frente. Juegas con la servilleta de tela. Tratas de tranquilizarte. En eso, en ese momento crítico, en ese momento terrible, catastrófico, pasa una anciana junto a tu mesa y te sonríe con tanto amor que no puedes hacer otra cosa que imitarla. Te sientes mejor. La anciana se pasa de largo. Te traen la sopa. La pruebas. Que rica sopa, piensas y la comes tranquilamente.

jueves, julio 12, 2007

Buyu buyu

Me desperté con mucha hueva y doliéndome los ojos. Apenas desayuné agua, un Yoplus y un pedacito de papaya endurecida y pegada en las barras de uno de los pisos de mi refri. Tenía una clase a las nueve de la mañana. Me levanté de la cama a las nueve y media, entre una nebulosidad fría y húmeda que me golpeaba en cada movimiento que hacía, aunque pensé que era más tarde, no me alegré de la hora que era. No me bañé, salí despeinado y se veía chingón. Me lavé los dientes, eso sí que sí, que tal que hablara con alguien sentado a lado de mí, en la micro o en el trole, imaginaos si ese alguien fuera mujer, pensaba mientras me lavaba los dientes, sonreí al enjuagarme la boca. Pero, en seguida, se le quitó la sonrisa a mi cara, el frío y la humedad seguían, los ojos me dolían, no pude agacharme fácilmente para ponerme los tenis.
No hablé con nadie en el camino. Compré un café a una cuadra de la escuelita, compré una torta de jamón frente a la escuelita, imprimí un texto en el salón de las computadoras de la escuelita, que sería revisado y corregido por el prof de la clase de las nueve. Subí unas escaleras cargando el café, la torta, las hojas y una mochila de hombro que había tomado desde mi casa. Llegué al salón cerrado donde se podía leer un papel pegado a la puerta: No hay clase de Novela II, por favor comunicarse... Chalet, chalet y recontrachalet. Sopas catastróficas, ni tan sopas, me senté en el borde de una bardita y me comí tranquilamente mi torta y mi café. Para colmo, cuando llegué a mi casa, en la contestadora había un mensaje recibido a las ocho de la mañana avisándome que no habría clase.

jueves, julio 05, 2007

Regalitox

A mix lectorex y lectorax que lex guxta ver mujerex dexnudax lex quiero dejar un regalito precioxo. A mix lectorax y lectorex que lex guxta ver hombrex dexnudox no xé qué decirlex, no tengo palabrax. Expero puedan dixpenxarme por exta aparente ingratitud de mi parte hacia uxtedex.
www.7ffoufoufoufou.blogspot.com Exte ex de una lixta, donde la mayor parte de lax mujerex, lo expecifico porque algunax xon xacadax de páginax con modelox profexionalex, xon mujerex normalex de diverxox paíxex, incluxo una mexicana, que xe muextran dexnudas. El lenguaje extá excrito en francéx, pero xe entiende muy bien, hay mujerex maextrax de kinder, oficinixtax, empleadax, galerax de arte, etc. Para encontrar a la mexicana denle click a "Messages plus anciens" que lo encuentran hasta abajo del blog.
www.homepage.mac.com/nizer1/mhphotos/ct/index.htm Exte otro, uy, no manchen, pero xux pantallax, porque verán una xerie de fotografíax tomadax de cerca a diverxax vaginax. El extilo manejado ex un erotixmo fetichixta que a mí en lo perxonal me parece muy fino y, xobretodo, maxturbable.

martes, julio 03, 2007

Estoy sentado pensando...

Acabo de ir a comer a una fonda. Quedé intrigado por algo que vi. Una mesera sacó una bolsa de plástico, de las que dan en la tiendita o en un puesto callejero, que colocó en una de las mesas; la abrió, abrió otra que tenía dentro, una de mano, femenina, normal, parecía de cuero; de ahí sacó su espejito y un delineador de boca. Se pintó los labios, guardó el espejito y la cosa otra en la bolsa de mano, ésta la cerró empujándola al fondo de la bolsa de plástico que cerró amarrándola de las asas. Muy bien, ahora bien, que bien, pus bien, aunque no está tan bien del todo, ¿por qué guarda su bolsa de mano dentro de una bolsa de plástico? ¿Por miedo a que se la roben? ¿Para que no se ensucie? ¿Para no causar envidia entre sus compañeras de trabajo por tener una bolsa muy mona? ¿Por qué cree que no se merece tener una bolsa de mano? A lo mejor es la única que tiene, no le gusta y le da enorme pena mostrarla. Su marido sacaría la bolsa en alguna reunión familiar paseándola entre la gente y gritaría: ¡miren, la bolsa de mi mujer, jajajaja! Y todos en la reunión le harían de coro: ¡la bolsa de Cleto, jajajaja! Digo, ¿qué onda?

domingo, julio 01, 2007

¿Se imaginan una casita en las faldas de las montañas del ajusco?

Me conseguí una chambita. Empecé el jueves. No es todos los días. Nomás algunos días al mes. Se trata de ayudarle a un señor a cocinar. La cocina se hace en el set de fotografía que se vaya a dar. El famoso catering. El jueves fue a quince minutos de la frontera entre Tlalpan y Morelos. Por la carretera libre a Cuernavaca. En el minuto quince nos desviamos a otra carretera. Cientos de metros después, nos desviamos por otro camino, uno de terracería. Llegamos a un paraje rodeado de cerros boscosos o montañas pequeñas. Le tomaron fotos a una modelo en calzones y brasier mientras una máquina de viento simulaba un vendabal terrible que la había dejado en paños menores. La ropa colgaba de unos hilos transparentes cerca de ella. El señor cocinero al que le ayudo es un pintor que habla de energías y plantas y vive en el campo. Es portugués y muy distraído. Alivianado también. Hicimos tabule y falafel. Los técnicos odiaron la comida. Una mujer es la dueña de toda la organización: una productora. Ella es de los iunaites. Me cayó bien. Ayuda a cargar cajas o a barrer o a lo que sea. Ella tiene a toda la gente consigo, es lista, no contrata todo por separado y se ahorra una lana. La gente dice que siempre se ve espléndida con los pagos. Paga bien. Pero sobretodo es amable y comprensiva.

En medio de todo ello, Luis, el cocinero pintor, me platicó sobre una tradición única en el mundo. ¿Cuál? Se llevaba a cabo en un pueblo mexicano. ¿Cuál? En Juchitán, Oaxaca. ¿Cuál? Consiste en que el hijo menor de cada familia se queda con sus padres hasta que se mueren. No debe casarse y además debe vestirse de mujer. Y alrededor de esa tradición, continuó, se encuentran mujeres gordas, enormes, parecen tinacos andantes. Son fuertísimas y ellas controlan todo en el pueblo; o sea, es un matriarcado. Y que cuando él fue a Juchitán vio a esos hombres pasearse y contonearse entre los bucles de su cabello por el parque de la plaza. Diciendo esto se rió, yo también me reí, y riéndose me dijo que le senrieron muy coquetas, pero -ya serio-, dijo, eran hombres. Me reí de nuevo y, luego -mirándome con los ojos muy abirtos-, él se rió también.

Una cosita: los cuáles no los dije, sólo los pensé.

Camel

Llevo tres semanas sin fumar. Una cosa terrible. La verdad es que ni tanto. En una cosa sí, lo espantoso que me sucede es que estoy comiendo demasiado. Los platos que me sirvo parecen unas montañas.